Sylvia Marcos

Sylvia Marcos no es sólo una de las pocas mujeres que en los años setenta, con Mujeres en Acción Solidaria, iniciaron lo que ahora es el Movimiento Feminista en México. Fue también una de aquellas que en los años ochenta lograron con el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM) del Colegio de México llevar a la academia lo que hasta entonces se había expresado en el activismo.

Psicóloga, antropóloga y socióloga de las religiones, profesora y conferencista en varias universidades del mundo, sus trabajos desde entonces comenzaron a penetrar zonas hasta entonces intocadas por el feminismo clásico y las múltiple corrientes que empezaban a surgir con los estudios de la mujer.

Dichas vetas se abrieron cuando después de hacer postdoctorado en Harvard University  e impartir Seminarios de Posgrado en diversas universidades, tanto de Europa como de Estados Unidos, ya en México, junto con su compañero de vida, Jean Robert, para insertarse no sólo en el PIEM y en la recién fundada facultad de piscología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), sino también  ser parte de las dinámicas y debates internacionales críticos de la sociedad industrial que Iván Illich animaba en el Centro Intercultural de Documentación (Cidoc). Fue invitada a fundar en Cidhal Cuernavaca  con Betsy Hollants el primer Centro de Documentacion sobre (de) la Mujer en Mexico.

Interesada en los trabajos de López Austin sobre el mundo indígena mesoamericano y sus cosmovisiones, y en los estudios críticos de feministas como Mary Daly, Carol Christ, Judith Plaskow, entre otras, lo que Sylvia vio es que a la vez que el feminismo en su búsqueda de equidad dejaba frecuentemente  de lado los contextos culturales y políticos que generan la exclusión y la opresión de las mujeres, había olvidado también el contexto de esas cosmovisiones indígenas. Estas, no sólo formaban parte de la América precolombina, sino que estaban vivas y excluidas, como las mujeres, por el colonialismo y el patriarcalismo de Occidente.

Inmersa así en el mundo femenino indígena –su primer estudio fue sobre las curanderas, mujeres que, a diferencia de las feministas occidentales, no se consideraban víctimas y tenían su lugar dentro de sus culturas–,  confrontando sus diversas cosmovisiones con las corrientes del feminismo occidental y en constante diálogo con mujeres indígenas de todo el mundo –Sylvia ha sido una viajera incansable–, descubrió que el mundo indígena no sólo ha producido un feminismo que ella llama «descolonial». Descubrió también que esos feminismo, además de tener una noción menos confrontativas  y excluyentes del género, aporta muchas cosas nuevas e importantes no sólo a las luchas feministas, sino también a la resistencia indígena y a la creación de un mundo distinto al que surgió de los procesos económicos del capitalismo.

Por ello, desde el surgimiento del EZLN en el sureste mexicano, las mujeres indígenas acogieron a Sylvia inmediatamente. Las investigaciones y reflexiones de Sylvia concordaban muy bien con las reivindicaciones de su lucha. De alguna forma, muchos de los trabajos de Sylvia han sido un enlace entre los feminismos del mundo indígena y los feminismos de occidente.

Para Sylvia Marcos –y esto es junto con la noción de «feminismo descolonial» una de sus aportaciones más importantes—el género en el mundo mesoamericano es una «dualidad fluida». Contra el pensamiento binario de Occidente que mira al género como dos o varias realidades excluyentes, para el mundo indígena son cosas que «se dan al mismo tiempo». En ese mundo se va de lo femenino a lo masculino, sin problema alguno, en una especie de «danza», diría Iván Illich en su estudio sobre el Género vernáculo.

Por ello, dice Sylvia, los conceptos de transvesti, transgénero, homosexual, bisexuales, lesbiana… no caben en el mundo indígena. En él se puede ser hombre, mujer o eso que los zapatistas han definido con el término Otro@, en el que Sylvia trabaja desde hace algunos años, sin los conflictos que un mundo basado en exclusiones identitarias suelen manifestar. En ese mundo, las distinciones o, diría Sylvia, los tránsitos entre los géneros, fluyen como un universo de vasos comunicantes.

En este sentido, las grandes aportaciones que Sylvia Marcos ha hecho a partir y a través de las culturas y cosmovisiones indígenas, son una clave para entender no sólo la capacidad de las y los indígenas de resistir a lo largo de siglos de opresión, sino también, en su emergencia, de romper las certezas modernas y sus exclusiones y aportar formas alternativas de vida que nacen de los vínculos profundos que están en el fondo y más allá de nuestras diferencias.

Sus cursos y conferencias impartidos en todo el mundo, sus investigaciones publicados en diversas revistas académicas y Journals, y en libros colectivos y personales como Taken for the LipsGender and Eros in Mesoamerican Religions (2006), Women and Indigenous Religions (2010) y Mujeres, indígenas,rebeldes, zapatistas (2011), además de ser de importancia capital en los estudios de género, abren vías nuevas para la investigación de alternativas de vida en un mundo que, bajo la lógica del capitalismo, nos ha conducido a violencias inconcebibles y a callejones sin salida.

La larga labor de Sylvia Marcos, ha ido también de la mano de la obra inclasificable y, no menos lúcida que la suya, de su compañero Jean Robert. Sin mezclarse, pero en un constante diálogo y colaboración que duró cuarenta y nueve años, hasta la muerte de Jean en 2020, ambas obras, al mismo tiempo que son personalísimas, guardan vasos comunicantes entre sí que piden ser estudiados. Dichas obras, sorprendentes en más de un sentido, al igual que su larga relación, son un ejemplo de lo que es esa «dualidad fluida» de la que hablan los estudios de Sylvia o de esa danza del género de la que hablaron tanto Iván Illich como Jean Robert. Lo es también la casa que edificaron juntos en Chamilpa, un ejemplo de arquitectura vernácula, de propuesta ecológica, de originalidad o mejor aún, un ejemplo en piedra de los conceptos sobre la descolonización de Sylvia Marcos y de la libertad arraigada al suelo de una cultura de Jean Robert.

Desde la muerte de su compañero, Sylvia, sin abandonar sus cursos e investigaciones, se ha dedicado a ordenar y clasificar el doble legado que resguarda esa casa, legados y casa que custodiará la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) para que se estudie los pensamientos de ambos y se continúen las líneas de investigación abiertas por ellos.

Como parte de ese doble legado y como reconocimiento no sólo a las aportaciones de Sylvia Marcos y de Jean Robert al pensamiento crítico, sino también a su labor como profesores de esa casa de estudios, la UAEM ha abierto la Cátedra Jean Robert y muy pronto abrirá la de Sylvia Marcos.  

Javier Sicilia

Foto: Ilaciones