I
En 1908 Josef Vernas[1] encontró en la excavación arqueológica en que trabajaba la figura de la Mujer de Willendorf , adjudicada a la cultura Gravettiana datada entre 33,000 y 20,000 años. Esta escultura, tallada en roca oolita, la que es inexistente a la vera del Danubio donde fue encontrada, recubierta con una capa de barro color ocre y que mide solamente 11 centímetros de altura, es una de los cientos de figuras producidas en la época Gravettiana, todas representando mujeres de grandes pechos, caderas anchas, traseros y vulvas prominentes, cuerpos vastos que pueden corresponder a madres multíparas y, muy significativamente, todas ellas sin rostro.
Estas pequeñas esculturas son importantes pruebas que atestiguan la atracción telúrica que la humanidad ha tenido siempre con respecto a los misterios de la vida y de la muerte, y específicamente el conocimiento de la relación de los poderes que gobiernan vida y muerte con la mujer. Estas esculturas, conocidas popular y equívocamente como venus, se han asociado tradicionalmente a ritos primitivos de fecundidad, tanto humana como animal, en la búsqueda de la sobrevivencia. Pero si escarbamos más en la información gráfica a la que ahora tenemos acceso, podemos reconocer que el placer también estaba situado en el centro. Y es que en la imaginería paleolítica se destaca la sexualidad y el renacimiento de la naturaleza en primavera como algo integral al orden cósmico, y el cuerpo de la mujer como atributo sagrado, no como fuente de maldad carnal. La unión sexual era representada con esculturas donde se realza lo femenino y la misteriosa fuerza de vida inherente al falo, como lo demuestra esta obra en hueso de reno con su prominente vulva, encontrada en Italia por la misma época.
La existencia generalizada de estatuillas con marcados órganos sexuales, tanto paleo como neolíticas alrededor del mundo, da cuenta de un arte centrado en un complejo simbolismo femenino al que varios arqueólogos consideran parte de una religión centrada en la Diosa –Madre o no–, dada la inmensa cantidad de vestigios que así lo indican –altares, vasijas rituales, pinturas, templos, y en especial esculturas. Esto es, se admite la existencia de una religión ginocéntrica.
II
Lo que se conoce como Matrimonio Sagrado –o Hierogamia– tiene sus orígenes claramente en la prehistoria. Las fuerzas vitales se unen para que la vida continúe, y lo hacen a través del placer del sexo. En estas esculturas, la representación de la Diosa como ser sexual es innegable. Nacimiento y muerte tienen un papel vital dentro de la cosmogonía, al igual que lo que permite la renovación de la vida: la unión de los sexos. En el neolítico, la economía agrícola trae consigo una fuerte relación con los ciclos biológicos de las plantas y animales, de los que depende su subsistencia, por lo que el cambio cíclico de nacimiento, muerte y renacimiento se vincula a poderes supranaturales. En consecuencia, para que el ciclo no se rompa y continúe el flujo de la vida, se busca mantener el equilibrio por medio de los ritos. Es así que la Diosa y su consorte, representado en distintos lugares no solo como hombre sino como animal astado, sea éste toro, cabro o ciervo, simbolizan ambos la tierra que se labra y el ganado, bases de la civilización neolítica, y consuman la Hierogamia o Matrimonio Sagrado, que es un ritual mayor donde la Diosa se encarna en una sacerdotisa y recibe a su amante, representante de la potencia sexual masculina.
Aquí es importante señalar que hombres y mujeres, desde el inicio de la humanidad, consideraron al sexo y al cuerpo como sagrado, benéfico, dador de vida y de placer. De igual importancia es la notoria ausencia de representaciones de actos violentos, como matar, ya que la muerte se entendía parte natural del ciclo de vida, que lo es. Estas sociedades eran matrilineales, no matriarcales, y la evidencia indica que la estructura social pre-patriarcal era notablemente igualitaria. Aunque la descendencia parece ser trazada por la madre y la mujer como cabeza de clan o sacerdotisa tenía roles de importancia en la vida comunal, hay pocas indicaciones de que la posición de los hombres en este sistema social haya sido comparable de alguna manera con la subordinación y supresión de la mujer –o sus atributos-, característica del sistema de dominación masculina que lo remplazó.
El hieros gamos o hierogamia se sitúa en un marco simbólico y ritual que da un significado místico a la actividad sexual para representar la unión de los principios divinos, donde la consumación tiene valor místico. Un ejemplo documentado es el rito del Matrimonio Sagrado de Innana y su consorte Dumuzi fue central en Sumeria, ahora Irak. Los textos cuneiformes describen cómo se invocaba a Diosa y Dios a tomar posesión de sacerdotisa y sacerdote para la renovación del mundo a través del poder erótico sustentador de vida. Innana y Dumuzi gozan de sus cuerpos y ella nunca se embaraza, su sexualidad es celebrada por sus poderes de placer y renovación, no solo de reproducción.
Las sacerdotisas destinadas al ritual de la hierogamia eran llamadas qadishtu o harimtu, que se traduciría como mujeres sagradas. Lo que algunos investigadores han llamado prostitución ritual no es más que el sacro oficio, la vinculación sagrada a través del sexo, visto por los ojos prejuiciados –o mejor diría perversos- de la moral patriarcal que enfatiza el uso sexual de la mujer. Estos encuentros se daban a menudo entre un visitante y una sacerdotisa destinada a ello dentro de un contexto de culto y en lugares específicos del templo. Las qadishtu incluso tenían leyes reconocidas en el código de Hammurabi, que establecía que sus derechos estaban específicamente protegidos por las mismas leyes que obraban por la dignidad pública de las mujeres y los niños.
En el mito de Innana y Dumuzi está ese otro importante elemento para entender la cosmogonía de la cultura antigua: la muerte. La unión sexual con Dumuzi se equilibra con el rito del luto por la muerte del dios: así como el pene crece, se hincha, derrama su semilla y luego se retrae, así el grano renace verde en la primavera y luego se marchita bajo el inclemente sol, al igual que el becerro envejece y pierde la vida. Por lo tanto, Dumuzi muere e Innana no puede hacer nada para impedirlo. Similar a los mitos griegos de Perséfone o los mayas de Jun Aj Pu y Shabalanqué, así como a todos los mitos que relacionan el invierno o la sequía cíclica con el inframundo, ya que el grano se mantiene en la tierra oscura hasta volver a brotar.
Rituales semejantes eran comunes en el antiguo cercano oriente, incluyendo Siria, Canaán, el sur del Levante y la fenicia ciudad de Cartago.
III
Allá por los años 40 del siglo pasado, en la ciudad costarricense de Cartago, Hortensia Porras, conocida como Tencha, decide abrir un prostíbulo y dar trabajo a mujeres con hijos que carecían de apoyo para su manutención. Madres solteras, abandonadas o víctimas de violencia encuentran en el Bar Tencha, después Bar Royal, un espacio donde pueden resolver sus problemas económicos utilizando sus cuerpos. El Bar, con Tencha a la cabeza, funciona así unos 50 años hasta que es traicionada por una pareja que le arrebata el negocio y lo convierte en un prostíbulo sostenido por trata de personas, mismo que fue denunciado y en consecuencia desmantelado por la policía en agosto del año pasado (2023).
Tencha y su bar eran famosos en toda Costa Rica y estaba ubicado en el Barrio El Carmen, el mismo donde la artista Mat Kar tiene su casa-estudio La calle de Avignon.
Mat Kar es una artista que desde el inicio de su carrera aborda las múltiples relaciones que tenemos con nuestro cuerpo. Su exploración enlaza narrativas sociales que dominan los estereotipos no solo corporales sino ideológicos, que ejercen violencia a través de las visiones religiosas, conservadoras de jerarquías y secretos familiares que mantienen la hipocresía social en torno al sexo, para después torcerlas de tal forma que deja al descubierto el entramado de mandatos y, con ello, nos da pistas para poder desmantelarlo, al igual que el bar aquel.
El vasto tema de Mat se ramifica como los senderos del jardín de Borges, pero su obra (abigarrada visualmente es más selva que jardín), busca resignificar los conceptos y la percepción que tenemos sobre nuestros cuerpos y sexualidad, conceptos impuestos por el capitalismo patriarcal histórico. Trabajando desde su cuerpo gordo, con erotismo y juego, busca descubrirse primero para que también podamos descubrirnos y abrazar la desnudez de lo que somos en un entorno construido con nuestras propias manos.
Es entonces natural que Mat Kar retomara la historia de Tencha para tejerla con su propia búsqueda y montara la gran instalación Por favor, espere a ser atendido en la galería de la Casa de la Ciudad en el mero centro de Cartago.
IV
La galería de la Casa de la Ciudad consta de dos salas, las que fueron totalmente intervenidas, convertidas en un gran collage de instalaciones hechas de objetos, fotografías, dibujos, muebles, libros, altares, vulvas, falos, un video sobre el bar Royal, una muñeca de tela gigante de pechos enhiestos, una camita cuyo pabellón se ha ido cubriendo de autorretratos desnudos, dibujados por la gran cantidad de visitantes que se acercan llamados por la curiosidad que les provoca el tema, por lo que alcanzan a ver por la ventana, porque de alguna manera conocieron a Tencha, o por morbo. Pero el morbo se disipa por el tratamiento que Mat le ha dado a esta obra, donde la inmersión en ella provoca una reflexión lúdica, realista, profunda sobre el sexo, abarcando estamentos tan diversos que todos nos tocan, así como tocan hilos que nos llevan directo a Willendorf, porque las pequeñas esculturas paleolíticas no solo están ligadas al subconsciente, sino que sus pródigos cuerpos dan poder de representación mitológica. Mat sitúa su propio cuerpo –o la interpretación que hace de su cuerpo, expuesto principalmente en dibujos que intervienen otras fotos o anuncios publicitarios–, en el centro de su narrativa. Mat toma ese poder mitológico de las diosas paleolíticas y se adueña del aché.[2]
Entrar a esa galería, en la que se percibe también muchas horas de dedicado trabajo, se convierte en una experiencia casi mística, en el que las referencias religiosas y profanas se combinan para dar paso a una lectura que se siente no solo en el plexo solar, sino en el segundo chakra.[3]
Cuerpo y sexo. Multiverso. Sagrado.
Nuestra historia se escribe en el cuerpo. Nos delata y por eso lo cubrimos. Pero Mat Kar nos impulsa a despojarnos de prejuicios y vergüenzas y nos crea la intriga de saber sobre el proceso mental y emocional de nuestra experiencia. Salimos de ahí queriendo explorar(nos) más.
V
Por favor, espere a ser atendido era el letrero a la entrada del Bar Royal, que la artista tuvo el acierto de recuperar e integrarlo a su exhibición, aunque en ella no es necesaria la espera. Todo ahí está expuesto, toda ella está expuesta. Es –otra vez– desnudarse ante el mundo sin tapujos, y no solo eso, porque en esta ocasión se desnuda delante de su ciudad, de sus vecinos, de las personas que ha conocido toda la vida.
El tomar a Tencha como pase de entrada para que su ciudad la conociera es una acción valiente y osada. Enfocarse en la historia del lugar donde se ejerció la prostitución bajo el auspicio de la señora Porras, con ese fin casi altruista de apoyar y dar trabajo a las madres solteras durante medio siglo en la conservadora ciudad centroamericana de Cartago, podría haber resultado una mala apuesta, pero al contrario de lo que se podría suponer, le ofreció a la ciudad una interpretación válida de uno de sus episodios histórico-sociales que atrajo a todo tipo de público y que la acogió con agradecimiento y naturalidad.
A su vez, alegóricamente, en esta exposición la artista encarna a Innana e integra su propia historia recurriendo a su genealogía (con muebles y retratos de su familia), a sus procesos mentales (en sus libros de artista), sus traumas y obsesiones con sucesos familiares, con lo kitsch y popular, con la religión, con los genitales, con su cuerpo gordo, con el gozo del erotismo, con la manipulación que de éste ha hecho siempre el patriarcado. La narrativa de las dos salas da cuenta de dos temas que se entreveran –Tencha y Mat– y que son al final uno solo: nuestra relación con el sexo.
En Por favor, espere a ser atendido queda manifiesto que la hierogamia real debe darse entre tú y tu sexo.
Sobre la exposición de la artista costarricense Mat Kar en la galería de la Casa de la Ciudad en la ciudad de Cartago, CR. Abril-junio 2024. Mayo 2024. Cuernavaca, Morelos, México
[1]Trabajador en la excavación del sitio paleolítico dirigida por James Mellart, ubicada cerca del poblado de Willendorf en la Baja Austria.
[2]El aché, en la religión yuruba, se entiende como poder en estado de energía pura, fuerza o un don de virtud.
[3]El segundo chakra o Svadhisthana Chakra es el centro del inconsciente tanto en esta vida como en vidas anteriores. Alberga experiencias, emociones, movimientos inconscientes y vivencias a menudo traumáticas, es decir, los poderosos impulsores e influyentes de la creatividad y la personalidad, a veces poderosa y rebelde. Guido Sgaravatti.