Las mujeres ante el poder en Amanecer: Estela Kempis

Aquí los hechos reales y abajo cambiando el lugar y el nombre de esta adolescente revictimizada en múltiples ocasiones. Una joven de 14 años de Huimilpan, Querétaro, enfrenta un juicio no por aborto, sino por homicidio calificado. La Fiscalía de Querétaro sostiene que el bebé, nacido a las 36 semanas, respiró antes de morir por estrangulamiento. Este caso ha suscitado una respuesta de los grupos provida, que argumentan que este tipo de situaciones subraya la necesidad de mayor protección al feto y de apoyo social a madres jóvenes. Algunos defensores de derechos humanos, sin embargo, abogan por considerar el contexto de vulnerabilidad de la joven en el proceso judicial.
Aquí la ficción.

En un pacifico lugar llamado Amanecer, donde la lucha por los derechos de las mujeres ha sido constante, emerge la historia de Mariela, una joven de 16 años. Mariela vive en un pequeño pueblo, donde el acceso a educación sexual y reproductiva es casi inexistente. Un día, descubre que está embarazada sin haberlo sabido antes y tras el abuso sexual de su tio menor de edad como ella, sufre una emergencia médica en la que pierde al feto. En lugar de recibir el apoyo médico y psicológico adecuado, Mariela enfrenta una investigación penal en un sistema judicial que considera el aborto un delito grave.

Contexto legal y filosófico

En Amanecer, el aborto sigue siendo un tema prohibido en muchos códigos penales de sus estados, un reflejo de la influencia cultural de valores tradicionales que aún impregnan la sociedad. Este marco legal está en clara contradicción con la idea de autonomía y derechos humanos fundamentales: el derecho de cada persona a tomar decisiones sobre su propio cuerpo. Pensadores como Judith Jarvis Thomson y Martha Nussbaum han argumentado que la autonomía sobre el cuerpo no solo es esencial para el bienestar individual, sino que también es la base de una sociedad equitativa. Thomson, por ejemplo, en su famoso “Experimento del violinista”, explora la idea de la autonomía corporal como algo que va más allá de cualquier otra consideración ética o moral, y sugiere que forzar a una persona a gestar contra su voluntad es un acto de violencia y coacción.

Desde una perspectiva legal de derechos humanos, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha establecido que restringir el acceso al aborto de forma indiscriminada constituye una violación de los derechos a la salud, la privacidad y la igualdad, especialmente cuando la falta de acceso a servicios de aborto seguro afecta de manera desproporcionada a las mujeres y niñas de zonas rurales o marginadas, como en el caso de Mariela.

Implicaciones psicológicas

La historia de Mariela no es solo un caso jurídico, sino también un drama psicológico profundo. Al enfrentarse a la posibilidad de ser criminalizada, Mariela experimenta un estado de trauma prolongado y estrés postraumático, condiciones que a menudo acompañan a las mujeres en entornos donde el aborto es penalizado. La falta de apoyo psicológico en su comunidad y el estigma que rodea a su situación agravan su condición, mostrando cómo la criminalización del aborto no solo afecta los derechos físicos, sino que también deshumaniza a las personas al despojarles de la empatía y el apoyo que necesitan en momentos de vulnerabilidad.

Psicólogas feministas como Carol Gilligan han resaltado que el bienestar emocional y psicológico de las mujeres está profundamente ligado a su capacidad de tomar decisiones sin coacción y sin temor a la penalización. Cuando las instituciones fallan en proteger a las personas gestantes y en lugar de eso las castigan, perpetúan un ciclo de violencia institucional, cultural y psicológica que desestabiliza tanto a la persona como a la comunidad en la que vive.

Mujeres zapatistas. Foto: Carolina Díaz

Dimensión anti estética y cultural

El pueblo de Mariela es un lugar donde la cultura y las normas sociales son muy rígidas. La moral colectiva actúa como una especie de vigilancia constante sobre cada persona, especialmente sobre las mujeres. Esta atmósfera vigilante, casi opresiva, se refleja en las palabras, gestos y miradas de sus habitantes. La fisonomía del lugar es sombría, y las mujeres jóvenes sienten el peso de las expectativas de la sociedad y la falta de libertad para explorar su individualidad. Aquí, el cuerpo de la mujer no se ve como su propio territorio, sino como una extensión de la moral y de los valores comunitarios.

En el arte, hemos visto que las artistas feministas retratan estas opresiones de maneras impactantes. Artistas como Paula Rego han plasmado las experiencias de mujeres en circunstancias difíciles relacionadas con el aborto, mostrando el dolor y la opresión a través de imágenes de cuerpos femeninos en situaciones de restricción y sufrimiento. En el caso de Mariela, las paredes opresivas del hospital donde está retenida reflejan la anti estética de un sistema que aprisiona a las mujeres en vez de liberarlas.

Reflexión final

La historia de Mariela en Amanecer no es solo la historia de una joven, sino el reflejo de una sociedad que, al mantener el aborto en los códigos penales, niega derechos fundamentales y desconoce la autonomía personal. Este marco jurídico anticuado y punitivo no sólo restringe el acceso a la atención médica, sino que también perpetúa estigmas y miedos que envenenan la salud mental y emocional de las mujeres. Retirar el aborto de los códigos penales no solo es un acto de justicia, sino una medida que busca sanar una sociedad y dar a las personas gestantes el derecho a tomar decisiones en libertad y dignidad. Como mujeres, requerimos seguir dando pasos al ejercicio del poder sobre nuestros propios cuerpos, sobre nuestras vidas. 

Blanca Estela Kempis Robles

Ganadora del premio Estatal de Derechos Humanos y coordinadora de los servicios de salud de Nuestros Cuerpos Nuestras Vidas A. C.

Colofón: https://www.instagram.com/inmujeres/reel/DB2QrTLus8x