Literatura. Ensayo
Carmen Macedo Odilón
Te vas, Alfonsina, con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños Dormida, Alfonsina, vestida de mar.
(«Alfonsina y el mar» de Ariel Ramírez y Félix Luna)
Introducción
Alejandra Pizarnik, Delmira Agustini y Alfonsina Storni formaron una tripleta de poetas argentinas del siglo XX que, además de coincidir en un estilo desgarrador en sus versos inspirados en el amor y la soledad, también compartieron el interés en representar a la muerte. En los casos de Agustini y Storni, incluso orillándolas hasta un desenlace trágico; llamadas, al igual que con Pizarnik, por la voz reconfortante del suicidio. En este ensayo pretendo abordar la representación de la muerte interiorizada en la poesía de Alfonsina Storni, principalmente en sus poemas «Tarde de tristeza», «Morir sobre los campos», «Si la muerte quisiera», «Letanías de la tierra muerta», «¿Vale la pena?», «Para siempre suspensa…» «Epitafio para mi tumba», «Yo en el fondo del mar» y «Me voy a dormir». En la opinión de Gloria Mendoza, de acuerdo con su publicación en el 2017 donde abordaba el discurso de la muerte de Storni, la poeta «al parecer planifica su muerte poética.»
De su vida
Alfonsina Storni (1892-1938) Nació en Suiza, aunque siempre se consideró argentina. En 1909 se graduó de la Escuela Normal de Coronda y en 1911 se trasladó a Buenos Aires, donde buscó establecerse como maestra. Se desempeñó como cajera en tiendas, así como colaboró en la Revista Caras y Caretas. Publicó dos libros con sus poemas y ganó el premio del Consejo Nacional de Mujeres por el poema «Canto a los niños». A partir de este punto, cerca de 1916, empezó a notar una constante en su vida: que el papel de la mujer como profesionista, y más aún, como escritora, estaba relegado a un segundo plano donde no se le recibía con la misma apertura que a los hombres. La única forma en que pudo sobresalir se debió a su talento y a la versatilidad para ahondar en distintos contextos literarios (fue periodista, cuentista, conferencista, etc.) mientras se esforzaba de más desde su posición de mujer. En Irremediablemente (1919), su poema «Hombre pequeñito» versaba lo siguiente:
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás…
Languidez, publicado en 1920, también expresó sus frustraciones con los estereotipos de las mujeres. Su poema «La que comprende» lleva una serie de versos que, años más tarde formarían parte del testimonio inmortal de su pensamiento, presa del tormento que se le significó, según sus cronistas, ser mujer.
Con la cabeza negra caída hacia adelante
está la mujer bella, la de mediana edad,
postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
desde su duro leño la mira con piedad.
En los ojos la carga de una enorme tristeza,
en el seno la carga del hijo por nacer,
al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
—¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!
Cabe mencionar que esta fue una situación que, en su vida, Storni no pudo controlar. El diario español La Vanguardia publicó en 1958 en su sección Páginas del hogar, Frases célebres lo siguiente: ¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!
Esta poetisa argentina se dolió siempre de haber nacido mujer. Llevaba su sexo como un garfio, como un estigma; y sin la idea de la redención cristiana así es. Esta frase, que es cormo una exclamación de dolor callado, es una petición de una mujer que se duele de su destino (Amiguet, 2013).
Desde el punto de vista crítico, sus versos correspondieron a la poesía moderna en Argentina. Al respecto:
Los textos de Alfonsina Storni permiten abordar dos ejes interesantes para pensar la modernidad en América Latina, por un lado, la particular situación de la mujer en este contexto y por otro problematizar la ubicación de nuestro continente en la Modernidad/Modernidad periférica (…) Entre los discursos críticos que surgen en estos momentos se pueden señalar: el indigenista, latinoamericanistas, socialistas, anarquistas y feministas, discuten nuevas identidades políticas (Sanguinetti, 2017).
La prosa de Alfonsina Storni surgió con esa mirada crítica al respecto de los cánones establecidos según la jerarquía de sexo-género. En 1919, se hizo cargo de una sección en la revista La Nota y en el periódico La Nación, llamado comúnmente «Feminidades»; espacio que se destinaba a las mujeres en medio de consejos domésticos y reflexiones sobre la vida cotidiana, por lo que la literatura escrita por y para mujeres seguía considerándose un género literario «menor». Tema que sería explorado a profundidad por Virginia Woolf en A room for one own’s (1929), donde la autora mencionaría que la escritura fragmentada de las mujeres a través de sus manifestaciones domésticas: recetas, consejos, poemas y cartas con las que se comunicaban entre ellas, se limitaban a ser llamadas literatura menor.
En el verano de 1935, Alfonsina fue a Mar del Plata, donde una ola le pegó en el pecho, lo que le hizo perder el conocimiento, así que sus amigos la rescataron y la llevaron al médico. En la revisión descubrió que tenía cáncer de mama y aunque en un principio el tumor parecía benigno, produjo ramificaciones que le costaron una mastectomía, misma que le dejó cicatrices en cuerpo y mente. Alfonsina ya no podía admitir sus limitaciones físicas, deseaba vivir, pero no aceptaba los tratamientos impuestos por los médicos. En 1938, Storni se reunió en la Universidad de Montevideo con Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, escritoras con las que, con frecuencia, se le ha comparado estilísticamente.
En esa época, «comenzó a llamar al mar en sus poemas y habló sobre el abrazo del mar y la casa de cristal esperándola allí en el fondo.» (López, 2018). Su desequilibrio mental no pasó desapercibido para sus amigos, e incluso para los grandes autores, como menciona la prologuista de la antología Alfonsina Storni Entre el lago desierto y la mar: «la aceptación de su debilidad y de su sometimiento, aquello que Jorge Luis Borges, refiriéndose a la propia Storni, denominaba “chillonería de comadrita”» (Bobes, 2007, XII).
En 1938, le reveló a su hijo Alfonso que el cáncer se había expandido y no deseaba operarse de nuevo. El 18 de octubre tomó un tren a Mar del Plata y se quedó en un pequeño hotel. Escribió el poema «Me voy a dormir» y el día 22 lo envió a la redacción de La Nación. Se suicidó en la playa La Perla en Mar del Plata en la madrugada del 25 de octubre. «La muerte, entonces, se convierte en estandarte de la liberación de las penas que amargan su ser.» (Pérez, 2013)
La poesía de Alfonsina Storni
Enrique Anderson Imbert, en Historia de la literatura hispanoamericana, percibe en Storni un supuesto:
«resentimiento contra el varón» al que atribuye tanto la eficacia y el ardor de su poesía como su endeblez estética. Confunde la justa rebelión contra una jerarquía genérica inicua con un «asco» por los hombres que Alfonsina estuvo muy lejos de experimentar. Finalmente concluye que la Storni «ha triunfado» sobre el varón – subrayando la tesis del malentendido antagonismo– pero, indica que «a costa de su sensibilidad» (Bobes, 2007, XIV).
En un contexto actual, donde podemos hablar de la época del feminismo de la cuarta ola, la postura de Storni, no es más que la de una poeta que se posicionó contra la represión machista; en el ámbito privado (donde no quiso hablar acerca del padre de su hijo ni de su posición como madre soltera) o en el profesional, donde otros autores además de Borges criticaron su declive emocional a causa de la enfermedad, así como la pérdida de personas importantes para ella tras los suicidios de sus amigos Horacio Quiroga en 1937 y Leopoldo Lugones en 1938.
Limitar la apreciación de la obra de Storni a la rebeldía contra los hombres sería una postura escueta, puesto que se deja de lado su inclinación por el erotismo y el compromiso social y político que atravesaba a Argentina en el primer cuarto del siglo XX. Sus versos llevaban matices autobiográficos, pero dirigidos a la inconformidad; como activista, como madre, como escritora y poeta, donde el tema que mayoritariamente llamaba a sus versos fue el amor como una fuerza oscura que la arrastra, una constante tortura que deshace sus nervios, que destroza su vida (…) Donde Alfonsina necesita suprimir el deseo para encontrar el amor (…) Conmueve porque a través de esa claudicación percibimos un desesperado deseo del amor que no llegó nunca. No fue amada (Gatell, 2015, p.591).
De aquella tristeza suya habitual y dulce, transcurrió en un proceso dramático a la confusión, el dolor, la exaltación e irritabilidad. Luchó contra todo y todos, y en su mente se abrigó la idea de la muerte; habló de ella como algo que se aproximaba y ella la esperaba con la idea de que al fin tendría paz.
«En su último poema [Me voy a dormir], un soneto cuyos últimos versos ponen fin a una larga cita de amor:
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…»
(Gatell, p.594).
La muerte interiorizada en su poesía
El amor, o más bien el desamor, llevó a Storni a la muerte, sin embargo, en cualquier poeta este tópico es un ideal constante. Para Alfonsina, la idea de la muerte estuvo manifestada desde sus obras más tempranas, en el poema «¿Vale la pena?» de La inquietud del rosal (1916) se puede apreciar este primer cuestionamiento entre la vida y la muerte:
¿Vale la pena acaso?… ¿vale acaso la pena
soportar esta vida cortísima y cruel
para llevar el alma recubierta de hiel
y no sentirla nunca inmensamente buena?
No vale, no, la pena… preferible es entonces
abrirse el corazón a golpe de puñal
y destruir con la muerte, salvadora y fatal,
el corazón tan frío como una entraña de bronce…
Puede apreciarse cómo la poeta encuentra en la muerte un alivio, en donde el sufrimiento de vivir no es lo suficientemente fuerte como para elegirlo a la calma y freno abrupto del descanso eterno. En «Tarde de tristeza» (1916) Storni escribe a la enfermedad y a la muerte como descanso a las penas del cuerpo y al inevitable envejecimiento.
Enferma de algún mal que no se cura,
la MUERTE debe ser la salvación.
¡Me ha invadido las venas esta tarde
una modorra gris!
¡En mí todo se ha MUERTO, hasta los LIRIOS!,
y queda un vaho gris…
Sólo a lo lejos una mano escuálida
—la mano de la MUERTE— me dirige
al puerto negro donde todo acaba,
o al puerto amable donde todo empieza,
o al puerto donde acaba y donde empieza
una mentira vieja y una nueva.
Alfonsina Storni se adelantó a su época y las injusticias marcaron su pecho como un anticipo de lo que en ella se revelaría. Sin embargo, la fatiga existencial que manifestó la poeta seguiría incrementándose durante toda su creación poética. Por citar algunos ejemplos: en «Nocturno», de El dulce Daño (1918) dijo Storni: «mi corazón está tan castigado/ que como un vaso morirá trizado». Desde este entonces se hacía ver que el desamor era suficiente motivo para llevar a una persona a la muerte. Alfonsina «representa la larga y dolorosa tradición de las mujeres poetas hispanoamericanas que le han cantado al amor, han sufrido por sus ideales, y al final de sus vidas, han encontrado la muerte como único premio a sus esfuerzos vitales» (Martínez, 1997, p. 11). La poeta ansía mezclarse con el universo, hay en sus versos un canto constante a la naturaleza, es recurrente el número de veces que la palabra muerte aparece en su poesía, así como las formas en las que se imaginó su final. En «Morir sobre los campos» también en La inquietud del rosal dice:
Yo quiero que me dejen morir sobre los campos
Tendido el cuerpo enfermo. Me traiga el sol sus
lampos Y abriéndose las venas a su calor bendito
Venga a mí caricias de todo lo infinito.
Que no escuche en la hora solemne de mi
MUERTE la palabra del hombre que oraciones me
advierte, que no venga mi madre a besarme
las manos,
que me den al olvido los recuerdos humanos
Que me dejen tendida, solita en la llanura,
y sólo el SOL se vuelque portador de blancura sobre
mi cuerpo pobre, sobre mi cuerpo enfermo como un
PÁJARO HELADO que aún palpitara yermo.
Su fusión con lo natural sugiere un alejamiento de la cosmogonía cristiana, en este caso la poeta prefiere convertirse en generadora también de vida como alimento para las plantas y animales. En «Si la muerte quisiera», poema de El dulce daño (1918) escribió:
III
Oh, viajero, viajero, conversa con la MUERTE
y dile que no impida mi camino, de suerte
que me allegue a la ROCA, que conozca la gruta,
que retorne a mis LABIOS EL SABOR DE LA FRUTA.
Oh, viajero, viajero, conversa con la MUERTE
y dile que me deje cortar FLORES, de suerte
que mis manos se vean bellamente cubiertas
por capullos de ROSAS y por ROSAS
abiertas.
En estos versos, Alfonsina se pronunció ante otros viajeros de la vida, entes que no supieron si podrían regresar del transcurso de su aventura, en donde el viaje era en sí mismo la meta. Y andariegos del mundo, se camuflaron entre los nuevos lugares y las diferentes personas, a sabiendas de que, en cualquier momento uno podía elegir no avanzar más.
En «Letanías de la tierra muerta», poema del libro Languidez (1920), Storni escribió:
La tierra muerta, como un OJO CIEGO,
seguirá andando siempre sin sosiego,
pero en la sombra, a tientas, solitaria,
sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.
Sola, con sus criaturas preferidas
en el SENO cansadas y dormidas.
(Madre que marcha aún con el VENENO
DE LOS HIJOS YA MUERTOS EN EL SENO).
Y en ese mundo que se marchita, se preguntó la poeta «—¿Quién es esa mujer que así se atreve, /sola, en el mundo MUERTO que se mueve?» y aunque ella quiso volver a mirar a ese astro del cual aún recuerda su brillo y sus campos, era demasiado tarde, porque la Tierra, al igual que las personas, también vive y muere.
En Irremediablemente (1920), Alfonsina vio a la muerte como un fantasma del cual no podía desprenderse, como una tentadora sombra. En el poema «Para siempre suspensa…» pidió que la llevara consigo.
Oh, esta noche, me tiraría triste
debajo de la luna y te diría ven,
oh, muerte bienhechora, que para ti me hiciste.
Apágame los ojos y anúlame la sien.
Si bien, el anhelo de morir es frecuente, no es absoluto, puesto que el alma de Storni se ve atraída hacia ella cuando es víctima de la flaqueza de vivir, cuando no es la poeta que canta al amor y al deseo. «Epitafio para mi tumba», poema de Ocre (1925) muestra una serena resignación ante la hora de morir con la recompensa del fin de los sufrimientos:
Aquí descanso yo: dice «Alfonsina»
El epitafio claro al que se inclina.
Aquí descanso yo, y en este pozo,
Pues que no siento, me solazo y gozo.
Los turbios ojos muertos ya no giran,
Los labios, desgranados, no suspiran.
Duermo mi sueño eterno a pierna suelta;
Me llaman y no quiero darme vuelta.
En este poemario se puede apreciar a una poeta mucho más madura, donde en sus versos la muerte siguió reflejándose como un personaje de relevancia, mientras que empezará a expresarse por medio del mar, como metáfora de un viaje al descanso eterno. «El mar es en Alfonsina un presentimiento. Lo lleva en su entraña como algo hermoso y fatal. Hermoso por la emoción lírica que se concreta en versos magníficos. Fatal porque toda su vida es un lento desplazar hacia él» (Chichero, 1950). En la frialdad del mar y su constante devenir, Alfonsina Storni se vio llamada por el agua camino a encontrar la muerte. En la inmensidad del poderoso océano, la autora encontró el rumbo al más allá, y ya no invitó a la muerte, sino que se adentró, en un viaje, para encontrarla. Lejos del romanticismo que sugiere la imagen de una mujer entrando al agua, cual bípeda que se convierte en sirena, la realidad nos dejó un cuadro de un zapato varado en la orilla del agua y un cuerpo que después será llamado por un nombre al cual no volverá a responder.
Como lo escribió en Mundo de siete pozos (1934), el poema «Yo en el fondo del mar», la poeta nos iluminó con la imagen que iría a buscar el 25 de octubre de 1938.
En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.
A una avenida de
madréporas, da.
(…)
Duermo en una cama
un poco más azul que el mar.
Conclusiones
Alfonsina Storni fue una poeta que se rebeló contra los estereotipos de género en la literatura. Como artista, formó parte del modernismo de su generación y también fue una pionera de la denuncia social, el feminismo y la poesía erótica. Aunque fue una mujer cuya estética coqueteaba constantemente con la soledad, su tragedia personal y la irremediable llegada de su muerte, su poesía ha quedado para la posteridad junto con aquella generación de poetas (dado que poetisas es un término menor) que dieron voz a las mujeres y se abrieron camino en el canon literario.
Pizarnik, Storni y Agustini rompieron con ese modelo de poesía tradicional. Sí, la temática de las tres conlleva a la soledad y la muerte, pero en sí, considero que la poesía en general también está invadida por la muerte y como resistencia frecuente a ella, se empeña en cantar a la vida a través de un sinfín de imágenes que no son más que representaciones de la existencia y la condición humana.
Alfonsina Storni fue una fundadora, como dijo Bobes, al expresar que Storni no tiene por qué conducirnos fatalmente al mar, sino que debemos internarnos para conocer a la verdadera Alfonsina: «la de los libros y no la de las leyendas». Me quedo con la poeta que se rebeló contra una enfermedad fatal, la mujer que buscó el amor y que plasmó el deseo, la misma a quien Borges llamó «chillona», porque esa mujer nos representa, no solo a las estudiantes y aspirantes, sino que incluso a las escritoras y poetas consagrada, esas pocas que han logrado formar parte de un constructo discriminador y dominado por los hombres llamado canon literario. Nos identificamos todas aquellas que deseamos liberarnos de yugos tangibles y psicológicos y que, en algún momento de nuestras vidas, también hemos de haber mirado hacia el mar pensando en un más allá, lejos del dolor y la violencia, luego de haber hecho las paces con la vida y aceptando el abrazo de la muerte como alternativa a la resiliencia o la indiferencia.
De manera extraordinaria, pienso en esa relación con la muerte de las artistas ante las fauces inmensas del agua; tanto Alfonsina Storni, como la misma Virginia Woolf, Safo de Lesbos o Ingrid Jonker. ¿Es que las mujeres somos llamadas por ese vaivén de las mareas que llevamos dentro? Esa fascinación por el agua, de donde todos provenimos y que, más que la tierra, es el origen de la vida, razón por la cual, también puede ser el sutil llamado de la muerte que todos, de una forma u otra, interiorizamos.
Obras consultadas
Amiguet, T. (2013). «El hombre que tuvo la desgracia de nacer mujer». La vanguardia. https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20131025/54392234607/alfonsin a-storni-poesia-poetas-posmodernismo-mujeres-suicidios-argentina.html
Arias de la Canal, F. (2001). El protoidioma en la poesía de Alfonsina Storni.
Frente de Afirmación hispanista. A.C. http://www.hispanista.org/poema/plibros/87/87lbp.pdf
Bobes, M. (2007). Alfonsina Storni: Entre el lago desierto y la mar. Venezuela: Fundación editorial El perro y la rana. https://libroschorcha.files.wordpress.com/2018/04/entre-el-largo-desierto-y- la-mar-alfonsina-storni2.pdf
Chichero, M. (1950). Alfonsina Storni, una vida hacia el mar. (Vol 6) Colección los trabajos.
Gatell, A. (1964). «Delmira Agustini y Alfonsina Storni, dos destinos trágicos».
Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 174, (junio 1964), pp. 583-594 http://www.cervantesvirtual.com/obra/delmira-agustini-y-alfonsina-storni- dos-destinos/
López, A. (2018). «Alfonsina Storni, la relevancia artística de una mujer que renegó de serlo». https://elpais.com/cultura/2018/05/29/actualidad/1527582166
Martínez, J. (1997). La crítica literaria sobre Alfonsina Storni [1945-1980]. España: Kassel Reichenberger.
Mendoza, Gloria. (2017). «El discurso de la muerte en Storni, Pizarnik, Bruna y otras alucinaciones».
https://elbuho.pe/2017/12/discurso-la-muerte-storni-pizarnik-bruna-otras- alucinaciones/
Pérez, Miguel Ángel. (2013). «Ensayo sobre la muerte en la poética de A. Storni». http://folitart.blogspot.com/2013/01/lamuerte-en-la-obra-poetica-de.html
Storni, Alfonsina (2002). Poesía obras completas. Buenos Aires: Lozada
Sanguinetti, Laura. (2017). «El pensamiento de Alfonsina Storni: Una mirada sobre la modernidad en nuestra América». Actas de Periodismo y Comunicación, Vol. 3, N.° 3, diciembre 2017. Buenos Aires: FPyCS | Universidad Nacional de La Plata. http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/actas