Doble espejo, un libro de poemas de Rafael Segovia. Reseña por Ricardo Ariza

Audio de la presentación del libro proporcionado por 5to Elemento. Producciones. Arturo Medel

Doble espejo es un libro de poemas que honra el amor al que los poetas se mantienen fieles: el amor por el lenguaje; ese hacer no sabiendo, en donde la fluidez del pensamiento desea materializar los anhelos del corazón a través de las palabras. Y sería muy complicado dejar de encender esta llama, pues el amor ha ardido en la poesía en español durante muchos siglos, herencia también del mundo latino, en donde el poeta Ovidio Nasón puso, por decirlo así, la primera ofrenda votiva, hace poco más de dos mil años y que alimenta con su luz siglos y siglos de lenguaje, todo con la finalidad de poder vernos ante los ojos del amor que nos refleja, que nos convoca y motiva a escribir para garantizar la permanencia de esta potencia lírica. Menciono al poeta romano porque el 2o de marzo fue su cumpleaños y el 21 se celebra el día internacional de la poesía.

En el preámbulo de Doble espejo, el poeta escribe su Elegía de lo que nunca pudo ser, en donde: “el amor quería ser más frágil que el silencio” (Segovia, 2024, p.11). Es esta sensación de haber perdido lo anhelado, lo que provoca la lamentación. Una interpretación popular en la antigua Grecia, de la etimología de la palabra Elegía, era como la onomatopeya del dolor: “Ay, Ay, Elega” (Alvar, 2022), es decir: Decir: Ay. Ay 1. El amor es ese doble espejo y lo es también el idioma, el lenguaje, el estilo, pues su experiencia está atravesada por la cultura, por el tiempo en el que nos ha tocado vivir, lo que conlleva a más dolor y nos aísla, somos esa imagen encerrada en el espejo, o quizá la imagen que mira nuestro reflejo es una proyección, un juego de luces, en donde la escritura, el poema, es el hilo de Ariadna que nos guía en el laberinto. El poeta lamenta y al mismo tiempo, al escribir, reivindica su libertad ante el hecho de que “la realidad del otro es un reflejo y, sin poder cruzar al otro lado, vivimos inexorablemente el amor en soledad” (Segovia, 2024 p.11).

Si volvemos al origen de esta tradición literaria, podemos observar que la elegía fue renovada en cuanto a métrica como un recurso ilimitado de los poetas latinos (Catulo, Cornelio Galo, Ovidio) para expresar sentimientos que son narrados en primera persona en todas las variantes posibles (los temas patrióticos, el exilio, la pérdida mortal de personas -Catulo escribe versos más personales y decadentes con sus elegías eróticas Poemas a Lesbia-); con Ovidio en su Arte de amar, Remedios contra el amor y Cosméticos para el rostro femenino, más allá de su aparente banalidad en cuanto a tema, resalta el “empleo de paralelos que las situaciones a donde llegan los seres humanos en relación con el amor, encuentran en el ámbito del mito y en el mundo de la naturaleza circundante” (Bonifaz Nuño, 1975, pp. 7,8). 2 

Los poemas de amor del libro Doble espejo buscan como todo gran poema vencer al tiempo, permanecer más allá de los instantes que se fugan y con ellos la vida, para decir de alguna forma: He amado, por lo tanto, he vivido. “Aunque el transcurso de una vida cesa/ el amor en su misterio perdura/ aunado a las sombras que el recuerdo/ teje en torno a los gestos del deseo…/ Del vuelo y la mariposa/ subsiste el tenue fulgor que alumbraba al día”. Misterio del tiempo (p. 89).

El libro está compuesto de un preámbulo y siete partes o secciones y de un epílogo; el poeta nos revela que “No fueron muros mi primer cobijo/ fue la risa fisurante del mundo abriendo/ los sentidos hacia el sol” Amor niño (p. 15).

Hay constancia de que en estos poemas Rafael Segovia también encuentra paralelos entre sus experiencias poéticas y el mito, entre su ser humano y su figura como escritor: “Ámbito de soledad y de ensueño/ el agua cobijaba mi grandeza/ mi cuerpo se medía con su belleza/ y yo, Tritón, en ella gobernaba/ al silencio, al aire, a las mudas hierbas/. Y junto al agua un día sobre la hierba/ reconocí tu cuerpo junto al mío” Amor niño (p. 15).

El poeta que hoy nos convoca con sus versos a celebrar el acto poético conoce su tradición (el apellido Segovia goza de alta alcurnia en la literatura hispanoamericana); también ha bebido de otras lenguas como el inglés y el francés, y se sabe que cada idioma es una conciencia de percibir el lenguaje y, por ende, el mundo. Es interesante que al inicio del libro Rafael Segovia nos marque un punto de partida con dos epígrafes de los poetas franceses Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud, pues con ellos quiere asegurarse de que comprendamos cuál es su apreciación respecto al papel y el lugar de las mujeres, que es el mismo que el de los hombres o incluso, más interesante ya que las voces de las mujeres, durante tantos siglos desapercibidas, han demostrado que la visión de mundo en contraparte a la de los hombres tiene aún muchísimo que aportar en esta lectura de la realidad, la antigua y la contemporánea. Y así lo han hecho, como también culturas completas que han vivido bajo el dominio colonial ahora nos brindan paisajes y conocimientos importantísimos, que nos demuestran que existen muchas lecturas y formas de entender el mundo.

El ser amado, la persona mujer de estos poemas de Rafael Segovia, no está limitada al simple papel de musa, de inspiración, el libro todo es un diálogo que busca acercarse de forma desnuda, sin pretensiones artificiales, a una mujer despierta, libre del yugo, lista para crear y regalarnos esa otra visión del mundo.

Verso a verso, el poeta pule, lija, da esplendor a sus líneas como lo haría cualquier artesano que se precie de serlo sobre su materia: “Y mis manos recorren sombras mudas/ sin saber que no palpan sino ensueños” Aurora (p.17).

Nos dice Rafael Segovia en sus poemas: “He llegado hasta el fondo del silencio/ y tanta soledad hallo en mi amor/ que no sé ir más allá de tu desdén: lo poco que de mí sabía es ido/ tras la abismal negrura de tu goce/ cuando recuerdo el vuelo de tu piel/ abierta y muda y cruel y sorprendente” Abierta y muda (p. 22).

En el poema Rosa innombrada el poeta nos recuerda, no sin nostalgia, lo finito de la vida: “Porque vivir trae consigo la oscura inercia de la muerte /Y la frescura se agosta en la flor de su impulso” (p. 27). Existe una doble condición humana respecto a la felicidad, pues cuando ésta se tiene se vive con el miedo permanente de perderla, lo que provoca angustia. Quizá la sabiduría consiste en comprender esto que el poeta escribe, con ese estilo que también permea sus versos de otros libros como en Travesía de la noche, una forma de escribir que honra siempre la claridad, la comprensión, en líneas que en ocasiones vuelven no sé si consciente o inconscientemente a los versos alejandrinos, al verso blanco y libre.

El amor es el principio y la finalidad del sentido en la tierra, raíz de la cultura y fundamento del mundo3, es también ese inmenso océano en donde los amantes tratan de unirse como islas en insospechados y nuevos archipiélagos; materiales alquímicos quieren fusionarse para crear una visión del mundo en los abrazos, en los besos, en las palabras. Y claro está que existen muchas clases de amor, pero el amor por la literatura, por la poesía y sus misterios amorosos, prevalece desde que un dios niño mitológico le quitó un pie a un dactílico de Ovidio y es así como los poetas no solo obedecen a las musas, sino también a ese pequeño tirano armado de arco y flechas.4

Finalizo con otro verso de Rafel Segovia: “Aquellos poetas que hoy aclaran sus voces /Y despiertan tormentas de luz entre los riscos” Absurdo rey (p. 85).

Referencias

1.- Alvar, A. (2022). Ovidio, poeta del amor. Fundación Juan March.

2.- Bonifaz, R. (1975). PUBLIO OVIDIO NASÓN. ARTE DE AMAR. REMEDIOS DEL AMOR. Universidad Nacional Autónoma de México.

3.- Ibid.

4.- Ovidio (2018). Amores. PVBLII OVIDII NASONIS AMORVM LIBRI TRES. Publio Ovidio Nasón, Amores.