Literatura. Reseña.
Ricardo Ariza
MARÍA BARANDA es una poeta, narradora y traductora mexicana que sabe dialogar con otros poetas sin importar el tiempo histórico, el metafórico, ni tampoco el lugar; el diálogo se establece a través de la escritura, como en su libro Dylan y las ballenas: “Perdón por no tener otra historia/ que mi cuerpo temblando junto al polvo/ ¿cómo pudiste trazar curvas tan lejanas/ en la fugacidad del tiempo?”(p. 15)
Esta conversación permanece a través de una amplia y diversa producción poética que, a lo largo de más de 34 años, desde El jardín de los encantamientos (1989) hasta Deslumbrantes campos de hielo (2023) busca reconocer y apreciar el presentimiento que es la esencia de la poesía.
La intuición poética es la que devela realidades que, incluso en el poema escrito, solo están sugeridos. La preeminencia del poema se encuentra en el eco que hace resonar en las paredes del cañón de lobos, no lo que aparente y literalmente dice, sino esos otros sonidos, esos otros sentidos más allá de lo que simplemente significa. Importan también la música y el silencio que convoca el verso. Es quizá por eso que la poeta adulta vuelve a su ser en la infancia y a los asuntos del reino de las sorpresas que es la niñez.
Esta conversación con la poesía y con los creadores, es un acto de fe. No sé si les ocurre a todas los personas, para mí la poesía es la única fuerza sobrenatural que he podido experimentar en la toda la existencia: No conozco a Dios, nunca he visto un fantasma, ninguna magia o hechizo a la luz de la razón ha tenido ninguna clase de poder en mí, solo la poesía, el poema que vence el tiempo, que se desplaza a través de culturas, siglos, tradiciones y nos habla, tan directa y claramente que su fuerza poética nos cimbra en nuestros centros, se parece al amor, pero incluso después del amor, la poesía sigue allí, aunque el amor ayer eterno se haya transformado, el verso permanece, por sobre todas las cosas y el tiempo.
En los poemas de María Baranda el mar es un medio para sostener esta conversación. Ese símbolo de agua en donde encuentra los materiales y los colores para dibujar un mundo siempre palpitante y asombroso que ella observa con los ojos de poeta, pero también con los ojos de niña, pues la poesía es transparente, porque es la vida simple en toda su potencia, calma y acción. “En el mar/ que regresaba bajo el cuerpo/ yo leía el murmullo de lo que no/ termina de formarse aún”.(p. 16)
En Deslumbrantes campos de hielo, María Baranda traza nuevos mapas familiares en los planos de las emociones personales y colectivas. Verso a verso nos lleva a través de un árbol genealógico pleno de metáforas, que son un viaje en donde el ritmo sabe constituir la riqueza de su eco. La poeta nos narra una historia familiar que se dibuja entre varios planos temporales y geométricos a partir de un punto, pues un punto, de acuerdo con la definición de Euclides, es lo que no tiene partes, para que, desde allí, la historia se desdoble a manera de cuerpos geométricos elevándose y ensanchándose a través de las experiencias y voces que resuenan en este tiempo personal, en donde la vida y la muerte se entrelazan para comenzar y continuar la historia humana, como un punto que encuentra a otro punto y el espacio entre los dos crea una línea.
En “Planos verticales, perpendiculares al plano de comparación” sus poemas son ángulos y material de la memoria que el lector o lectora devuelven al presente. Como en gran parte de su obra, los poemas también reflexionan sobre la poesía misma y espíritus de poetas como John Keats, César Vallejo y Marianne Moore se entrelazan en los versos de este libro, añadiendo capas adicionales de significado y profundidad a su trabajo.
En el “Método basado en la existencia de la homología”, mientras a través de las palabras ella nos muestra esas existencias posibles, nuestra sensibilidad conecta también en lo terrestre, no solo en lo abstracto del lenguaje, pues “…Las olas son un encuentro con el pensamiento”.(p. 20)
Con los poemas de María puedes ver, puedes escuchar, puedes tocar, puedes degustar y puedes oler, ya que el mundo está siendo mundo en sus versos, las cosas están pasando, el poema deja su formato de texto escrito para convertirse en emoción si el que lee abandona sus preconcepciones del mundo (como debería hacerse cada vez que se lee un poema). Los versos tienen varios significados y dependen también del cuerpo de resonancia que es el lector. “Nunca/ pude traducir ese poema que guardé/ en un tarro vulnerable en la repisa”. (p. 26)
El punto de fuga estará al infinitopara trazar nuestras perspectivas, pues casi siempre olvidamos que la historia no es solo el resultado de los hechos concretos, que no es algo que ha sido, sino que en su forma verbal imperfecta sigue siendo, aunque sea gerundio, para siempre en la poesía. Así la niña, la mujer que después va a ser madre —pero que en el poema aún no lo sabe —, “Ella que aún no es mi madre, canta/ y traza el vuelo de lumbre de las aves. Piensa en lo gradual. /La seda entre sus plumas, /lo cálido de ver una experiencia estética. /Alarga el tono agrio del canto. /Su grito. /Es sangre. /Y es verbo” (p. 32). En el poema siempre se está siendo.
Luego estála línea punteada de los interiores de los cuerpos geométricos, el doble fondo de las palabras que son poema, pero también tentativas de asesinato, de manchas que crecen en los versos escritos, en donde hay un señor con gafas. “O no. No se sabe, ya nadie recuerda”. (p. 43)
Las historias de las abuelas y de las bisabuelas son fundacionales, ya pertenecen al mito creador y se desdoblan sobre la “base fundamental en que descansa la solución”, pues tanto en geometría como en la vida nuestros cuerpos se proyectan en un juego de espejos geométricos de escritura sagrada, el dibujito que traza la nube y el girasol, las huellas dactilares, el color de los ojos y también las palabras que nos recuerdan la semejanza para reconocernos en el poema con los otros, con las otras, con la poesía.
María Baranda crea un personaje poético que mira su propia historia conectada con sus ancestros, una niña asombrada con el mundo, con el lenguaje, en donde la presencia de las mujeres es la constante y la de los hombres confusa, hay un abuelo que entra y sale del libro con la facilidad con que comienza y termina un poema que habla de ministros, de loros, de un jardín en Cuernavaca treinta y cinco años después, de Japón, de “un copo de nieve con una gota de sangre al centro”(p. 73). Hay amor, a pesar del silencio, de los párpados cerrados, pero en esta parte de la historia “…mi abuelo tiene que irse. /No hay ninguna palabra que lo resguarde…”, escribe la poeta. (p. 75)
Con la rigurosa técnica que la autora emplea en la escritura del verso, el poema no solo canta y define el sitio y la hora, el paisaje, los juegos de luces sobre los objetos y las cosas, sino que también cuenta historias humanas que desdoblan significados y provocan la imaginación— o la memoria—, para lograr un poemario libre en cuanto a la formalidad de la poesía y extraño en cuanto al rigor de la novela. Pero si quieren, también lo pueden ver así, como una novela en verso —y a veces en prosa—, pues la unidad del libro permite amplias interpretaciones de sí mismo, cada vez más geométricas, fractales sobre fractales, espejos y reflejos.
Hacia el final del libro, María Baranda nos comparte el eje de su liberación, de la mano de la poeta norteamericana Marianne Moore, nos cuenta que esa niña encontró también un pulpo de hielo “engañosamente reservado y plano” y más adelante, a un antílope, que se mantiene “firme sobre acantilados del color de las nubes, del vapor blanco petrificado —pies, ojos, nariz y cuernos negros, grabados en deslumbrantes campos de hielo—“.
Para finalizar, cabe mencionar que este libro de María Baranda ha sido editado e impreso por Ediciones Odradek, que dirige el poeta Alfonso D´Aquino desde la ciudad de Cuernavaca. La belleza de la edición es encomiable, pues no solo hay profesionalismo sino arte en cada una de los volúmenes que ya pertenecen al catálogo de publicaciones. El oficio de editor encuentra su realización exacta en la “publicación de libros impresos y digitales que a través del diseño combinan el texto y la gráfica, la poesía escrita y el canto visual”. [1] Las imágenes incluidas fueron tomadas de la Geometría descriptiva de Adrian Giombini, publicados originalmente por la Editorial Porrúa en 1942.
Referencias
Baranda, María. (2003). Dylan y las ballenas. Joaquín Mortiz. Ciudad de México.
Baranda, María. (2023). Deslumbrantes campos de hielo. Ediciones Odradek. Cuernavaca, Morelos.
Baranda, María. (1989). El jardín de los encantamientos. Universidad Autónoma Metropolitana. Ciudad de México.
Notas
[1] Ediciones Odradek. Catálogo de publicaciones. 2019-2023.