En 1915 Freud escribió sobre el inconsciente[1] y afirmó que: “Los datos de la conciencia son en alto grado lagunosos”.[2] Al parecer nuestras certezas en la vida consciente son irrupciones con espacios repletos de vacíos. Pretendemos argumentar estos vacíos por la incomodidad misma que representa la duda, el sentimiento de ausencia de la memoria que juega con el todo. Información, huellas mnémicas, genética saltarina, días y años olvidados de nuestra infancia. Nuestros actos argumentativos desde consciencia, son dolores lagunosos y pantanosos añadiría ahora.
Freud transitó admirablemente estas marañas humanas. Se sabía implicado e intentó saltar la presunción insostenible en la cual lo anímico siempre es parte de la conciencia. Hay un porqué de este recorrido para decodificar el inconsciente, limitadamente como él mismo explica, sobreponiéndose y planteando de modo crítico aportes para los fundamentos del psicoanálisis. Voltear la mirada a los sueños, las carencias, actos fallidos, síntomas psíquicos, fenómenos obsesivos, convencido de que hay sentido y coherencia en estas manifestaciones que permita construir un procedimiento. Quiero pensar que hablaba del procedimiento psicoanalítico. Procesos que realizaba el mismo Freud en sus consultas, anotando y dando pie a este viaje infinito de la mente humanidad que nos compete.
Varias interpretaciones o significados para lo inconsciente, en términos de los lugares de donde viene la mirada, los momentos y la temporalidad de las vicisitudes experienciales en los que inconsciente emerge, reprime, crea investidura, reprime y se vuelca nuevamente al inconsciente. Y de nuevo, se manifiesta y reprime en un círculo que pareciera interminable, que nos deja con la noción de que la conceptualización del inconsciente es imposible.[3]
Con ese infinito juego de manifestación, esa evocación a que lo inconsciente tiene como característica la multivocidad[4] me remite a la historia y la multiplicidad de miradas. La historia, los acontecimientos del pasado pueden ser vistos desde diferentes ángulos, al leerse y luego convertirla en palabras tiene todas las interpretaciones posibles y más y más y más. Pareciera que mirar al pasado humano es como mirar al inconsciente de otros, de nosotros. ¿Cómo distanciarse si somos nosotros? Ese es el dilema del historiador, del que viene de una ciudad, de una academia que intenta moldear la cientificidad de la historia, aliándose a hechos solo representados. Un intento de conciencia plena llena de inconsciencias.
Los primeros talleres sobre Memoria Histórica Colectiva que realicé desde la Unidad Regional Morelos de Culturas Populares iniciaron en 1992. Provocaba de manera doble a la memoria y el método de hacer la historia, la colectividad versus el individualismo manifiesto a saberse narradores del pueblo. Estuve entre dos fuegos en el que se debatía el ego creador de cronistas con las narraciones colectivas del pueblo. Un círculo eterno nuevamente.

Alejandro Chao Barona en el año de 1997 ya había iniciado el proceso fundacional del Centro para Desarrollo Social CEDES [5]de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Inició una era vital en la que la academia, tanto los estudiantes y los profesores investigadores, transformarían la mirada respecto al otro, a los otros. Y sobre todo redefinir el sentido, el para qué del conocimiento adquirido en sesiones maratónicas dentro del aula.
Lo comunitario: identidad y utopía
La Memoria Histórica colectiva es un tópico integrador que unifica dentro de colectivos, comunidades, pueblos, regiones las formas que les definen. Van siendo pobladores con sus cantos, sonidos de habla, narraciones, formas de hacer y de significar como les son propias en lo cotidiano. Se va viviendo la subsistencia creando lo que llamamos cultura. Tradiciones e identidad, lo que cada comunidad hace permanecer, cambiar, olvidar o recordar. Idealmente se trata del sueño colectivo de sentirse seguros todos en común. Así era cuando lo aprendí y la utopía reside en que continúe siéndolo.
Alejandro Chao y quien esto les platica, convergemos en una mirada a la memoria colectiva, como factor fundamental para que procesos de cambio social se fortalecieran, llamando al alma profunda de las comunidades, evocando a su historia, escuchando la identidad o identidades manifiestas en los colectivos. [6]Esta idea, este sueño sirvió para que me integrara en parte del proyecto UNICEDES, escribió Alejando: “…ambas apreciaciones, la identidad individual y colectiva, se integran bajo dos aspectos más fundamentales: la memoria colectiva y la razón utópica.”[7]
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Eduardo Galeano.
Esta idea fue fundamental en el activismo promovido desde la UNICEDES, provocando con ideas que movían y transformaban nuestra cómoda posición en el mundo. ¡A caminar se ha dicho! El saber de sí de un pueblo era nuestra estrategia. Con estrategias de la educación popular, la teología de la liberación, de la autoestima sociocultural, de la investigación acción, de todo modelo teórico participativo que considerara suficiente motivo el amor a la tierra como el punto de partida para que los habitantes se sintieran en la necesidad de buscar la liberación del rincón del olvido que los estado-nación aplican a los oprimidos, los otros y nosotros actuando en este terruño.
“El saber de sí, como grupo o como individuo, se ve afectado por la fantasía, individual y colectiva, así como por las interacciones con el medio ambiente y las experiencias vividas por el grupo como tal, o por el individuo. Es así como los sueños individuales se transforman en mitos colectivos, y los mitos colectivos determinan la forma y contenido de nuestros sueños individuales”. [8]
Memoria histórica Colectiva es la que se sabe en el colectivo, hay quienes dicen que es una materia poco asible, aunque no imposible. Nuevamente una referencia a las vicisitudes históricas del inconsciente humano hablando sobre los tres golpes históricos al narcisismo [9]. Me atrevería a añadir que Alejandro Chao hablaba de un cuarto golpe al inconsciente narcisista social del poder, de la historia oficial que intenta sobreponerse sobre la memoria cotidiana. En la memoria colectiva lo inconsciente no es sólo una maraña individualista, sino que es colectiva y tiene dimensiones histórico políticas al manifestarse entre los miembros de una comunidad asociarse entre sí, sabiéndose como un mundo en el que otros mundos son posibles.
La memoria colectiva también compete a los procesos históricos de larga duración, puesto que es la materia lagunosa del saber sin saber una certeza ancestral que confrontada con el imaginario modernizante se afianza a su terquedad genealógica mitocrondrial. La consideración de la identidad es o son los puntos de partida con los que apuntalábamos los trabajos comunitarios. Hubo un tiempo en que hablábamos del rescate de la identidad como una forma de edificar. Como maestro, Chao propuso una concepción más fortalecedora para esa edificación. Solicitaba de quienes organizábamos proyectos comunitarios la comprensión de la razón utópica:
“Llegamos así a la conclusión de que sólo podemos hablar de identidad cuando reconocemos la memoria colectiva, arraigada en la cotidianidad de un pueblo, así como los ideales utópicos que lo motivan a avanzar hacia su propio y particular modo de desarrollo, es decir de potencializar sus posibilidades hacia formas de organización que no aparecen en el momento actual pero que son vislumbradas en un cercano horizonte histórico.
La identidad que se manifiesta en el soma, la psique y el espíritu individual es el producto que brota de ese fértil humus ancestral de la memoria colectiva y de esa fuerza solar, violenta y utópica que los arranca de la tierra social que los sostiene y los conduce a convertirse en alimento generoso para que las próximas generaciones vivan estructuras sociales menos injustas y más respetuosas a las diversas manifestaciones del espíritu humano”. [10]
Cuernavaca, Morelos. 25 de marzo de 2025
[1] Freud, S. “Lo inconsciente, 1915.” En Obras completas, Vol. 14. Argentina, Amorrotou Editores, 1992 reimpresión. pp. 154-212.
[2] Ibídem, p. 163.
[3] En ánimo de seguir la utopía científica de la conceptualización Freud desarrolla toda una discursiva tópica de lo inconsciente en el artículo citado que puede seguirse para sacudirse el polvo de la incertidumbre.
[4] Freud, Op.cit. p.168.
[5] Posterior UNICEDES. Unidad Central de Estudios para el Desarrollo Social.
[6] Me llama la atención que tres de las publicaciones que en ese momento le presenté a Alejandro como mi currículum, iniciaban con una cita de Freud. Así confieso que hoy caí en cuenta que el provocador de mi escritura es SF.
[7] Alejandro Chao Barona “Identidad: entre la memoria colectiva y la razón utópica”, en Las hojas de la comunidad 2001, Cuernavaca, Unidad Central de Estudios para el Desarrollo Social-UAEM, 2002, p.449.
[8] Ibid. p.449-450.00
[9] “…quisiera señalar que el narcisismo universal, el amor propio de la humanidad, ha recibido hasta hoy tres graves afrentas de la investigación científica.
a. El hombre creyó primero, en los comienzos de su investigación, que su morada, la Tierra, se encontraba en reposo en el centro del universo, mientras que el Sol, la Luna y los planetas se movían en torno de aquella describiendo órbitas. (…). Ahora bien, la posición central de la Tierra era para él una garantía de su papel dominante en el universo y le parecía que armonizaba bien con su inclinación a sentirse el amo de este mundo. Asociamos el aniquilamiento de esta ilusión narcisista con el nombre y la obra de Nicolás Copérnico en el siglo xvi. (…) Vale decir que el gran descubrimiento de Copérnico ya había sido hecho antes de él. Pero cuando halló universal reconocimiento, el amor propio de los seres humanos experimentó su primera afrenta, la cosmológica.
b. En el curso de su desarrollo cultural, el hombre se erigió en el amo de sus semejantes animales. Mas no conforme con este predominio, empezó a interponer un abismo entre ellos y su propio ser. Los declaró carentes de razón y se atribuyó a sí mismo un alma inmortal, pretendiendo un
elevado linaje divino que le permitió desgarrar su lazo de comunidad con el mundo animal. (…) Todos sabemos que fueron los estudios de Charles Darwin, de sus colaboradores y precursores, los que hace poco más de medio siglo pusieron término a esa arrogancia. El hombre no es nada diverso del animal, no es mejor que él; ha surgido del reino animal y es pariente próximo de algunas especies, más lejano de otras. (…). Pues bien; esta es la segunda afrenta, la biológica, al narcisismo
humano.
c. Sin duda que la más sentida fue la tercera afrenta, la psicológica. El hombre, aunque degradado ahí afuera, se siente soberano en su propia alma (…) el yo se siente seguro de que sus noticias son completas y confiables, y seguro también de la viabilidad de sus órdenes. (…) Ahora bien, esos dos esclarecimientos; que la vida pulsional de la sexualidad en nosotros no puede domeñarse plenamente, y que los procesos anímicos son en sí inconscientes, [sic [ volviéndose accesibles y sometiéndose al yo sólo a través de una percepción incompleta y sospechosa, equivalen a aseverar que el yo no es el amo en su propia casa. Ambos, reunidos, representan la tercera afrenta al amor propio, que yo llamaría psicológica.” Freud, S. “Una dificultad de psicoanálisis.” En Obras completas, Vol. 17. Argentina, Amorrotou Editores, 1992 reimpresión. pp. 131, 132, 133, 135.
[10] Chao, op.cit.: 454-456.