LO DIRÉ DESDE EL PRINCIPIO, EL PUNTO CENTRAL DE LA OBRA DE DOSTOIEVSKI ES EL GOCE, ese que nos envuelve y va más allá de toda lógica hacia la muerte, la cara de Antígona que camina hacia su tumba ilustra lo que digo.
El goce de la esclavitud, del sufrimiento, del sacrificio, de la entrega al Otro sin trabas hasta la muerte, del santo, del martir, del loco y del enamorado (¿porqué no?) acompañan sus páginas.
La excitación que enciende al cuerpo erotizado de sus personajes es irresistible y es en ese trance donde el cuerpo es poseído por el deseo del Otro, que vibra al renunciar y goza al perder.
Las novelas de Dostoievski no nos hablan de otra cosa. En ellas el crimen y el castigo van juntos en una estética del horror donde el amor-odio y la verdad se unen y nos sumergen en la belleza literaria que nos convoca y nos fascina.
Los ataques epilépticos de Fiodor y de algunos de sus personajes; las convulsiones de las histéricas de Freud y los actos locos que se juegan alrededor de Lacan lo atestiguan.
¿Por qué estos excesos nos fascinan? Es que Dostoievski habla de nosotros, habla de mí, presagia mi muerte y me invita a vivir el mientras, en ese “entre” que lo es todo porque ahí nos jugamos la vida.
Y lo maravilloso es que no nos asusta tal revelación que nos hace tocar los demonios y codearnos con los fantasmas que nos habitan, al mostrarnos los suyos.
Dostoievski nos invita a quitarnos la máscara que llevábamos puesta en el baile de gala al que fuimos convocados al nacer marcados por el deseo del Otro.

Dostoievski descifra con su escritura nuestro deseo de vivir en esa mezcla de bien y mal develando los puntos ciegos que no nos dejan pasar al límite que grita nuestro nombre cubierto por la vergüenza.
Bataille, Sade, Kafka, Thomas Bernhard, Marguerite Duras y muchos otros son también cómplices y voceros de esa verdad que nos atañe.
Es por eso que el acceso a la literatura que nos abre las puertas del cielo y del infierno, nos abre también las puertas del deseo al que no podíamos llegar sin su ayuda.
¡Qué extraordinario personaje fue Dostoievski! ¿Qué haríamos sin su literatura los psicoanalistas? Dostoievski abarca tantos temas (teorizados y apenas tratados por el psicoanálisis) en sus historias de vida que al entrelazarse plantean preguntas muy importantes cuya reflexión produce cambios en el lector que no será el mismo después de leerlo porque los escenarios de Dostoievski nos incluyen y nos cuestionan.
El reciente trabajo de Jorge Huerta me parece ejemplar, riguroso, bien documentado por lo que recomiendo ampliamente su lectura y trataré de destacar de la mía sólo algunos puntos que anudan al escritor con Freud y Lacan acercando los tiempos en que éstos vivieron y crearon su obra. Me refiero especialmente al tiempo en que en el siglo XIX Fiodor Dostoievski publica Lo Hermanos Karamasov en 1880, que se anuda a 1921 cuando Freud escribió Más allá del principio del placer y a lo dicho por Lacan 50 años más tarde cuando se cuestiona sobre la dimensión del goce en su seminario aún de 1972.
En los tres, la vida y la muerte se entrelazan en el sacrificio y el sufrimiento al poner en primer plano la dimensión del goce que hace de los cuerpos erotizados su escenario.
Dostoievski comienza a escribir cuando está al borde de la muerte en Siberia, después del simulacro de fusilamiento al que es sometido.
Freud inventa el psicoanálisis a partir de escuchar e involucrarse en el sufrimiento de una histérica y Lacan rompe con la psiquiatría de su época a partir de su relación con una loca en el manicomio, a la que nombra Aimée. Amada, lo que no es poca cosa.
Los tres son unos visionarios extraordinarios que no pueden prescindir del propio cuerpo trastocado, trastornado, vivo, para decir lo que dicen.
A partir de estos acontecimientos extraordinarios los tres cambian la dirección de su vida y de su pluma en el borde que los arrastra a transitar, de la conmoción erótica a la imposibilidad del goce, que incluye al otro y al Otro de una manera enigmática.
El negarnos a esa imposibilidad nos lleva a vivir entre la vida y la muerte, situándonos en la coyuntura que nos muestran los personajes que Dostoievski crea y se parecen tanto a nosotros, nada inocentes lectores.
El momento histórico que Dostoievski, Freud y Lacan viven es importante.
Fiodor lleno de Dios se ilumina; Freud brilla al descubrir el inconsciente en la palabra y Lacan extrae de los iluminados el saber que, sin tomar en cuenta a la ciencia, fundamente la vida.
Los tres parten de la excitación del horror, de la imposibilidad y de lo oculto así que enfoco mi comentario en el sufrimiento y en la mortificación que los acompaña.
Yéndome un poco más atrás en el tiempo, me voy a 1780 más o menos para preguntarle a Sade algunas cosas.
Sade postula la existencia de un orden del mundo desde la subjetividad de cada quien oponiendo a la hipocresía del bien, el goce como mal esencial, existe un imperativo, nos dice, que a partir de la subjetividad entra en los huesos y en las almas como la consciencia moral de los perseguidos por sus convicciones; ó como la voz que ordena a los hombres no parar en la pasión que los manda, siempre se trata del Otro que se impone con una voz tan fuerte que anula al sujeto del deseo, al sujeto del placer y lo conduce a la muerte como único límite.
Sade hace teatro para mostrar su verdad, juega con el artificio de la no-libertad que portamos nosotros mismos, cuando nos declaramos libres escribiendo la tragedia de la renuncia en nuestros cuerpos y en nuestros corazones. Y nos invita a no renunciar, a llegar al límite al borde donde la vida y la muerte se pierden en un más allá del principio del placer. Sade nos lleva allí donde aparece la locura, la iluminación, el crimen y lo insólito que descubre el goce en el sufrimiento de los cuerpos.
Sade sale de la cárcel que le imponen los hombres finalmente en forma de manicomio, a través de sus escritos y de sus obras de teatro; mostrándonos que la libertad es otra cosa de lo que creemos, ya que ésta radica en el saber sobre nuestras cadenas y actuar en consecuencia.
La tragedia en Sade es como en Kafka, algo inevitable porque se trata del goce de vivir, pero no como un destino que nos arrastra, sino como una responsabilidad asumida, como un compromiso con la vida que rompe con los convencionalismos sociales en la extrema particularidad de las historias que se escriben con sangre.
Cada quien escribe su propio libro, construye sus propias escenas pero el tema es privado y el escenario es el mundo. La libertad limitada es plena, y las palabras que pretenden abarcarlo todo, como general o democracia se vuelven utópicas e insulsas. Cada día puede ser inventado y compartido, he ahí el hombre social y creador para Sade; he ahí la lógica de lo posible y lo imposible. ¿Pero nada más para Sade?
¿No les suena emparentado con los tres personajes que nos ocupan? Y con las palabras que escuchamos en las sesiones de análisis . . .
Sade nos hace saber que la sexualidad está ligada a la muerte de Dios. Y La muerte de Dios es el renunciar a la promesa de la eternidad que Dios nos promete a cambio de sacrificar la propia vida.
Dostoievski no renuncia a Dios pero si discute con él y sus designios. Se rebela al destino y descubre la pasión del mal como Sade admitiendo que a veces es imposible parar. (Recordemos su pasión por el juego).
Freud se enfrasca en el sufrimiento de sus pacientes en una relación complicada con ese Otro que mata en Tótem y Tabú y descubre al sujeto que va hacia la muerte en ese Más allá del principio del placer.
Y Lacan no es indiferente a su predecesores, y declara que son fundamentales para existir, enunciando lo esencial de las tres inexistencias:
No existe el Otro, ni el goce del Otro, ni la relación sexual dice Lacan y sin embargo es necesario que existan en lo imaginario (durante un tiempo) para encontrar el germen del deseo que constituye al sujeto humano.
En suma somos unos seres complicados inmersos en un mundo donde las apariencias engañan y como la verdad se esconde en lo no dicho es necesario llamar a la literatura de los grandes como Dostoievski para agarrar el hilo de nuestra verdad y poder ser nosotros mismos. Y es necesario escuchar a los pacientes invitándolos a salir del silencio de sus síntomas.
Dice Jorge Huerta que el sacrificio y el sufrimiento se encuentran en el entre dos muertes ().
El entre dos muertes se ubica entre la muerte física y la desaparición total anhelada por Sade, el olvido, ser nada.
La obra de Dostoievski se juega en una vida terrenal siempre cercana a la muerte que se conjura con el sacrificio y en el sufrimiento. Sus personajes viven al borde de la muerte como una repetición del momento en que colocado en el paredón, siente el odio de los otros y la partida del cuerpo que tiembla en la fragilidad de su existencia donde el ser fiel a sus creencias lo enfrenta a Dios y al Zar. De ahí que para él, el pagar la cuota de la propia existencia a través del sacrificio sea imprescindible. Pero ¿qué implica esto?
La figura de Cristo que se sacrificó para salvar a la humanidad es muy importante para Dostoievski y fundamental en la controversia que inunda a sus personajes que se sostienen en este dilema.
¿Qué sería Cristo sin el calvario? Es interesante pensarlo porque sin éste tal vez hubiera sido un hombre común, sin trascendencia pero dueño de su destino, liberado de ese Otro que lo manda matar.
Es interesante advertir esto porque lo que parece incambiable encuentra un camino para salir de la fatalidad en la misma trama que construye Dostoievski a través de su obra. Hay que sacrificar algo, y este imperativo marca la dirección de la cura, hay que pagar algo pero se puede elegir qué sacrificar, esto es crucial.
En Los hermanos Karamazov escenifica los nudos que entraman a los personajes de una manera ejemplar.
Y nos muestra que el sacrificar al padre tiene consecuencias:
-Ivan enloquece
-Dimitri siendo inocente acepta el castigo
-Smerdiakov se suicida y
-Aliosha salva lo que logra sublimar
Y en Apuntes del subsuelo dice “lo único que el hombre necesita es desear las cosas por sí mismo, cueste lo que cueste esa autonomía y sean las que sean sus consecuencias.”
¿No es esta una lección de vida?
En la escritura de Dostoievski el lugar, el sujeto y el objeto se anudan y la novela surge del entramado de sus historias creando la posibilidad en el mar de la imposibilidad donde se mueven ¿no es éste el campo del psicoanálisis?
En el sacrificio la palabra sustitución tiene una gran importancia porque así el autosacrificio y el martirio adquieren un lugar de privilegio en el Otro y en los otros animado por el amor.
El sacrificio así logra convertirse en un modo de dominio de sí, que salva de enloquecer pues responde a la demanda de otro.
Nada se entiende sin la dimensión del Otro y de los otros, porque ¿a quién pagamos y por quién nos sacrificamos? Y en ese punto es importante considerar el lugar que tiene el pago en el análisis.
Hace muchos años acuñé una frase que ahora recuerdo y la quiero compartir con ustedes:
“El sacrificio es la respuesta metonímica a la locura de Dios”
Pensemos en la desquiciante demanda de Dios a Abraham que le pide el sacrificio de su hijo ¿Cómo entenderlo?
¿Qué sacrificar para calmar a ese Dios enloquecido? ¿Habrá que matarlo como dice Nietzche?
El asesinato del padre y la muerte de Dios aparecen como condición de que la vida siga tanto en la obra de Dostoievski como en la de Freud y en la de Lacan. Y esto no es casual. . .
Pienso entonces en el círculo mágico creado por nosotros en este momento y en la palabra inclusión que es fundamental para la existencia de comunidades y me congratulo de formar parte de aquellos que pueden escuchar el sufrimiento de otros y acompañarlos para que no tengan que pagar con la vida el precio de existir.
En el dispositivo analítico cuya regla fundamental es: “Diga lo que se le ocurra” se convoca a la libertad para que algo el orden del saber se produzca entre nosotros, no desde la academia sino desde ese mundo oscuro que Dostoievski ilumina con la fuerza de su pluma y permite advertir que hay posibilidad de elegir aún ahí, donde parece que el destino es fatal.
Tepoztlán. Mor. abril de 2024