Es difícil describir en unas pocas palabras una obra tan compleja como la de la pintora Teresa Velázquez. Por eso quiero hacer solo un resumen breve de su labor pictórica: Teresa Velázquez vive en la Ciudad de México. Alrededor del cambio de los años 2006/2007 tuvo una exposición en el Museo de Arte Moderno con el título Cada trazo. Esas palabras ya indican algo sustancial en el contexto de su pintura. Después de labores preparativas que incluyen métodos tanto fotográficos como digitales empieza el trabajo pictórico, con lo cual se generan sus universos de imágenes, pintados con trazos minuciosos y precisos. Ninguno de esos trazos es superfluo. Todo tiene su sentido, no hay desperdicio de gestos pictóricos. Mediante contrastes una coloración sumamente diferenciada genera movimiento en la superficie, genera vida.
La intensidad del detalle constituye la riqueza de la composición, del todo. Una energía pictórica que tiene su correspondencia en la concepción temática. Existe un ciclo completo de cuadros que se refiere al Fausto de Goethe, hay una reflexión pictórica sobre un cuadro del pintor Willem Claesz Heda, hay series de cuadros referentes a “símbolos del ser”, que encontramos en las filosofías del mundo. Es una pintura inteligente, marcada de una intensidad sutil. Uno no se cansa nunca de contemplar estos cuadros. Es eso lo que constituye el gran arte.
Teresa Velázquez tiende un puente entre las culturas del mundo por sus investigaciones de las filosofías de Europa, Asia, América y sus respectivas historias hasta algo que quisiera denominar arquetipos de nuestra contemporaneidad. Sus cuadros son reflexiones sobre el ser, la actividad, el devenir del ser humano, sobre los detalles en la estructura entera.
La filosofía siempre da modelos para el orden social y político de la convivencia. Siguiendo a este conocimiento su reflexión sobre la existencia propia se combina con el pensar sobre los sucesos universales.
La manera de Teresa Velázquez de tratar sus temas pictóricos manifiesta su relación con el ambiente, la que se puede caracterizar como empatía. En una cultura contemporánea cada vez más superficial que quiere ser solo entretenida y trascender más bien por efectos huecos y estridentes, ella pone un contrapunto sumamente valiente y autónomo, con sus reflexiones serias y siempre muy vivas.
Sus investigaciones artísticas la llevaron de la abstracción al hiperrealismo, lo que no significa ninguna discontinuidad, al contrario, en su obra este desarrollo es algo muy consecuente. Resumiendo todo eso, respecto a los contenidos de sus obras la pintora está indicando una senda transitable hacia una vida bien lograda, no solo para ella misma, sino para todos nosotros, compartiendo los resultados de su labor.
Hay que mencionar también un suceso trágico en su vida y obra. Durante el sismo grave del 2017 se cayó un edificó que alojaba un número considerable de pinturas importantes de ella, que estaban ahí guardadas en una colección privada. Teresa Velázquez tenía la enorme fuerza para rescatar ella misma de los escombros fragmentos de los cuadros y a realizar una exposición con ellos en una galería en Ciudad de México en el 2018. Aún en las pinturas gravemente dañadas uno pudo percibir la energía con la que fueron elaboradas. La obra de Teresa Velázquez está representada en museos importantes como el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Carrillo Gil, ambos en Ciudad de México, el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez en Zacatecas, Museo de Arte Contemporáneo en Oaxaca, para mencionar selectivamente a algunos.
En 2022 ha salido una monografía extensa sobre su obra, estos son los datos del libro: TERESA VELÁZQUEZ. Editorial: Fauna. Editor: Luis Martín Lozano. Textos de Luis Martín Lozano, del crítico de arte Carlos Palacios, de la escritora Marina Azahua y de la artista misma. Bilingüe: español /inglés. Páginas: 368 ISBN: 978-607-98514-4-6