No busco el canto de las sirenas,
soy la sirena;
soy aquella voz en cuerpo,
pez que narra las hazañas
del océano.
Vivo inmersa en el agua,
vida burbujeando oxígenos,
bárbaras palabras;
por eso de mí se esconden,
por eso de mí se hechizan,
por eso de mí se asfixian
esos que creen que dominan de este mar,
los silencios abisales de la luz
en la oscuridad.
Canto a mi cuerpo de sonidos mustios,
valles afilados dientes de vocablos rudos,
música marina que dentro cabalga
en alas de ave y en cuerpo de arpegios submarinos.
Jilguero que del agua emerge
en olas de música suspensa:
rompe el viento, rompe el agua,
rompe el tímpano de islas ignoradas.
Soy la canción y soy el miedo
del poeta que hurga en los mares
del apacible, silencioso desierto:
ensoñación que sueña, algún día,
en ser la realidad cifrada de ausencias.
Columbrada en lo profundo,
me deslizo por tus venas,
juego, muerdo, arrebato
la prístina huella de mi bien amado.
Sirena que es voz y que son las voces,
pasmos de aliento que en suspiro
de letras toman corporeidad
de escamas y aletas.
Senos voluptuosos que nutren
a Gargantúa y a Pantagruel,
kilómetros de líquido alimento
de claridades antes ignoradas
por la pausada sed de sombras
en claridosas madrugadas.
Sólo el silencio y la brea
queda en los oídos del marino,
que cree que busca y cuando encuentra
escapa cual veloz pez a las velas
de mis núbiles barcas…
Barcas, océano, mar
velamen que ensueña las palabras dichas
y las que remontando en grupa suave…
serán dichas.
Todo está dicho, asusta el susto de la tinta,
azul astro de fuego del vientre que amanece
la vida que habita el mar,
que habita el mar,
que habita el mar de tu atrevida ignorancia,
cuando de tus dedos, emerge este canto,
el canto de las sirenas, que es el mío,
que es el tuyo, que es el de todos
quienes se abisman y no caen.
De: “Escrita, la voz” Colecc. Cocodrilos Universidad de Guanajuato (2019)