Para Ámbar Colibrí
OTROS CIELOS, otras tierras;
desconocidas habitaciones
del aire encerrado por cortinas
verán y olvidarán tus ojos.
Se cruzarán por tu camino
calles distintas, edificios,
parques de oro y levaduras,
patios habitados por árboles
silenciosos e inmersos
en sus mutaciones.
Transitarás por secretas
avenidas del alba
rumbo a la escuela o el trabajo;
remitirás correos
-postales y electrónicos-
para la familia, para la universidad,
desde renovadas ubicaciones
para “alguien”, para Uber,
para Didi, para nadie,
para nada.
El cambio será siempre la constante,
la prueba irrefutable
de la existencia del espíritu.
El cuerpo y la carne se transforman,
nada permanece, todo pasa: Carpe diem.
Y acaso tú también
escucharás canciones
que te harán recordar
los sitios, las horas,
la penumbra de los muebles,
los abrazos que a mitad de la noche
los humanos nos brindamos
en la cama
-aunque estemos lejos dentro del sueño-.
Quizá debas llorar. Hazlo.
Tal vez, por otro lado,
sea tiempo de reír. ¡Baila!
Tu nombre permanecerá
e iluminará la casa.
Busca una silla. Siéntate.
Respira. Da gracias por la vida
en tanto observas cómo todo cambia,
se transforma y vuelve a su origen.