Tras el feminicidio de Silvia, su prima Yecenia, tejedora ñomndaa de la Llanura de Flores, construye un duelo poético y ritual con los hilos, los sueños y el conocimiento textil. Premios 2021 Ariel: Mejor cortometraje documental. Ciclo de documentales. En el marco de los 16 días de activismo 2024. Cine Morelos. Casona. UAEM. CIIHU. Figuras del discurso.
En los pliegues del tiempo
Xochiquetzal, “flor preciosa”, diosa del amor y el erotismo era protectora de las poetas e hilanderas. Dicen que brotó de los hilos-cabellos de la primigenia madre y que pasaba todo el día tejiendo.
Nombrada Xochiquetzal, la creadora-documentalista se urde y nos urde a las nn´anncue ñomndaa, mujeres de la palabra de agua y a su pueblo, gente que habla la palabra de agua.
Pueblo de “personas de en medio”, que vienen del mar y se asentaron en las costas de lo que actualmente es Guerrero y Oaxaca.
Xochiquetzal, narra, al borde de la lengua colonial, a través de la voz acuática y florida de Yesenia la ritualidad de sanación comunal de la rasgadura profunda que fue el feminicidio de Silvia.
Las mujeres de agua y algodón nos imbrican en la urdimbre Mesoamericana del ciclo Vida-Muerte-Vida, danza la cosmogonía-hilo, que “conecta, une, enlaza, narra, indica”, tejido desmembrado en el epistemicidio moderno-colonial genocida e inconcluso. Estas mujeres con sus pueblos, son Zurcidoras que continúan enhebrando la retícula de la vida, defendiendo sus territorios. Como dice Lorena Cabnal -mujer maya-xinca-: los territorios-cuerpos-tierra, colocando al inicio la madre tierra que contiene nuestros cuerpos y no al revés (esta afirmación, en respuesta a algunos feminismos que colonizan el concepto y sólo hablan de Cuerpo-Territorio).
La ritualidad de sanación de estas mujeres tejedoras de agua se teje con la propuesta mesoamericana de la Red de Sanadoras Ancestrales a la que pertenece Cabnal, que elaboran a partir de Tz´kat (vocablo maya quiché) que significa “la red de la vida, tú soy yo y yo soy tú” gestando una consigna de sanación que la han nombrado como “sanando tú sano yo, y sanando yo sanas tú sanamos todas”.
Como sus huipiles, el documental, es un tejido vivo, palpitante, sonoro urdido por los 4 elementos: presenciamos su inicio de Agua con Yesenia sumergida y silente (con la ausencia de Silvia), para transmutarse en Fuego que convoca la oralidad femenina e intergeneracional (“Tomada de los labios” parafraseando a Sylvia Marcos), evocando a la mujer primordial que aprendió a hilar con malacate; Tierra al ofrendar, habitando el umbral que conecta al mundo de las muertas con el de las vivas (honrando la memoria de Silvia); y el Aire, que resopla en la boca de Yesenia, produciendo el Ñomndaa en la radio comunitaria, y en la llanura danzante, en la que Yesenia y Silvia se abrazan de la cintura de la llanura, florecientes, entrelazadas, en los pliegues del tiempo.