Cinco minificciones de Sunhaila Minelly Sánchez Barrientos

El primer instante de la eternidad

Levanté la mirada del libro y ahí estaba él, mirándome de regreso. Estábamos pasando el rato en la habitación, en un silencio agradable y la comodidad de la compañía. Él fue el primero en hablar:

—No te voy a conceder tres deseos, voy a concederte solo uno, pero será gratis: sin costo ni sufrimiento; y rellenaré todos los huecos en lo que digas. Así que…, entiendo si necesitas tiempo para pensarlo y…

—Quiero ser inmortal —dije de inmediato, interrumpiéndolo con una certeza que me sorprendió incluso a mí misma.

Una sonrisa traviesa emergió en sus labios.

—¡Vaya, sí que hay un vacío enorme en esas palabras! —exclamó él, con esa chispa que lo caracteriza— podría hacerte inmortal, y permitir que envejecieras, o inmortal sin hacer tu cuerpo indestructible, pero te lo concedo —dijo, aproximándose a mí y dándome un besó la mejilla— Mírate, ahora eres joven, bella e indestructible para siempre.

Sentí el calor de su magia en todo mi cuerpo. Nos sonreímos mutuamente.

—¿Por qué pediste ser inmortal? —preguntó después de haber hecho su trabajo.

—Para estar contigo —aclaré y me sumergí en sus labios.

Resquicio del infierno

“No, no soy real, no existo” dijo el demonio, exasperado al reconocer que su propia existencia significa aceptar la existencia de Dios. Y no había nada que lo molestara más.

Consejos para soñar con tus vidas pasadas

Lo primero es “no pensar”. Debes irte a dormir como cualquier otra noche, haciendo lo mismo de siempre; lo que nos interesa llegará por sí solo y sabrás que es verdad.

Lo segundo es abrir la mente, porque lo que somos ahora no define lo que fuimos antes. Hoy eres una persona capaz de comprender esto, pero en tus vidas anteriores pudiste ser un árbol o el campesino honrado que miraba por más tiempo la tierra y no las nubes.

Lo tercero es prestar atención a lo que sueñas, aunque si quieres poner en práctica estos consejos es porque has llenado más de un diario de sueños. ¿Cuáles son los sueños que interesan para este propósito? Los sueños en los que no somos nosotros mismos, pero nos sentimos como nosotros mismos. Recuerda: esto solo aplica si eres un alma que ha vivido más de una vida y eso es algo que solo tú puedes descubrir.

En la casa del inventor

No es real hasta que uno lo mira” había explicado alguna vez el señor de la casa, a sus colegas científicos. Yo no tengo mucho tiempo siendo sirvienta aquí, en esta enorme residencia cuyo nombre de los dueños me cuesta pronunciar. Catalina, el ama de llaves, me había advertido de la segunda habitación en la planta alta, porque ahí se guardan cosas y objetos extraños: “Ten cuidado” había dicho, y nada más. Luego me envió a limpiar. Al llegar, quise empezar con la gran ventana, la cual, en lugar de dar al exterior, mostraba otra habitación grande y oscura.

Al principio no puse mucha atención al hombre corpulento que pude ver entrar ahí; vestía de forma extraña y arrastraba una caja negra detrás de sí. Mi curiosidad despertó cuando una luz se encendió en su mano; parecía hipnotizado por ese pedazo de vidrio que emitía algo como imágenes y colores. Yo también quedé fascinada ante tal artefacto, jamás había visto algo similar. En un parpadeo, la ventana cambió y pude ver que solo era un espejo.

Desde entonces, cada vez que vengo aquí a limpiar veo a personas distintas, siempre distantes, siempre extrañas. Me gusta pulir este espejo. Pero no he dicho nada a nadie, mucho menos al señor de la casa: él está obsesionado con ver el futuro y cree que ninguno de sus inventos ha funcionado.

Anti-agua

Supe que podía respirar bajo el agua a los 5 años. Mi papá me estaba enseñando a sumergirme y aguantar la respiración. Era la primera vez que entraba a una alberca. En el fondo de la piscina, cuando se me acabó el aire, sentí como si mi pecho se abriera de alguna forma, deseando respirar, pero una horrible sensación de ardor me invadió por el agua clorada.

Desde entonces tengo estas marcas entre las costillas, como si la piel fuera más delgada, estriada, con unas líneas en forma de rasguños. Quise ignorarlo, así que evité cualquier situación acuática en el verano, hasta que cumplí los 12 años.

Fuimos a la playa, y de una forma u otra terminé con el agua hasta el cuello en esa zona del mar que se encuentra entre la playa inofensiva y a un paso de tragarte hacia lo más profundo. Mi cuerpo intentó absorber el agua de nuevo, pero se sintió como respirar en un entorno lleno de humo. En este punto sentía resignación ante tal rareza. Me autonombré “anfibio” y traté de seguir con mi vida, temiendo ser anormal, como esas cosas que afectan a los adolescentes.

Ha pasado un buen tiempo. Hace poco tuve oportunidad de ir a un río transparente. Al sumergirme, sentí como si respirara el aire más limpio y puro que jamás hubiera respirado. Al parecer, soy de agua dulce.

El problema es que solo mis pulmones responden a esta anomalía. El resto de mi ser es anti-agua: no sé nadar; mis ojos son hiper sensibles, por lo que me es imposible abrirlos bajo el agua; todos los seres acuáticos me parecen nauseabundos: peces, crustáceos o algas.

Ojalá me gustara el agua. Ojalá pudiera ver belleza en un mundo submarino y no tener los pies bien plantados en la tierra.

Sunhaila Sánchez. Victoria, Tamaulipas (1997) Licenciada en Psicología. Textos inéditos en la cuenta de Instagram: @sunh.aila.mi