Beso abierto
Relámpago y sed
visten la lengua del pájaro,
como espejo derramando quietud
antes de la noche,
por eso, los buitres abrazan arena
como verdes palabras,
que aún no crecen,
que aún no existen,
mientras alguien habla de la carne
y sus desgarraduras.
Por eso es que un beso abierto
elimina las formas,
presiente a los prodigios,
que han de volver
con el delirio entre sus páginas,
con racimos de arcilla,
y alfabetos de historias.
Lejos en lo profundo,
entre aullidos y navajas,
hay un mundo que se desviste
con violencia y locura entre sus piedras,
con remanso y amor entre sus calles,
para desvanecerse y vivir,
para desvanecerse y mezclarse,
con el polvo: agónico vestigio de los años.
Los espacios y ausencias que deja el beso
conocen lo humano, e intuyen el hambre,
son frontera y suenan a mitad del invierno,
cántaro de tierra ausente e innumerables huesos,
transparente cuerpo que se rompe,
mientras los albatros van probando la sal
van siguiendo el rastro.
Beso, antídoto que reposa en el mar,
escrito beso en hojas de bosque, con el aire,
estupor a tientas que construye los días
inmerso en el discurso, sin dolor y con vaivén,
mientras se escupe, mientras se muere,
el beso crece, el beso existe
abierto a la poesía del instante.
Sirena Negra-Jauría líquida
Los abrazos,
un tónico salvaje para avivar la llama,
cuando los besos crujen como madera seca
extinta de toda vida,
así el cuerpo pierde y sabe entenderse en los escombros,
frenar olas totalmente amuralladas,
dar calor y beber la quieta noche.
Por medio del vacío la sombra,
de morir en otro mundo,
hasta saberse extraviado,
en medio de todo la prófuga médula
la palabra insaciable,
el sopor suicida de los muertos.
Poema que llueve,
toma la piel como recinto,
se encrespa, se derrama
si lo arrancan de su centro,
deviene como líquido voraz ante la lluvia,
totalmente inagotable.
A manera de cenizas la memoria,
una flor que se abre y flota
en la destreza del naufragio,
qué lejano parece todo,
la caricia ansiosa,
el beso frágil,
el estupor cansado
de creciente aliento.
Delicias que se asoman
ante mi deseo,
ocasión que todo lo contiene,
secreto extraviado,
que pasa por el cuerpo,
fugaz ante las preguntas
atávico y natural
ante el silencio.
Jauría líquida que arranca
pies sumisos,
ante el presagio
de danzas calientes y luminosas.
Que se atreve y cae
en palabras peligrosas,
porque el amor cruza adentro,
entre yedras y amapolas,
con impulso flotante,
que enciende el movimiento,
en su memoria de superficie oscura.
Jauría que se desdobla,
es ella quien avanza,
mujer de silueta marina,
sirena espectro fiel
que el amor traslada
y el deseo conoce.
Tocará las líquidas regiones
hasta calcinarse, hasta despertar
y ceñirse al canto que esculpe el poema,
que él tendrá entre sus manos,
un tónico salvaje para avivar la llama,
cuando los besos crujen como madera seca
extinta de toda vida,
así el cuerpo pierde y sabe entenderse en los escombros,
frenar olas totalmente amuralladas,
dar calor y beber la quieta noche.
Sirena Negra (Nota perversa #2)
La distancia entre la boca y el espasmo es muy leve
se encadenan en el fruto del deseo nuestras bocas
te desnudo
y te miro frágil y transparente,
tu piel me llama por mi nombre,
mientras la punta de mis dedos te recorre,
convulsa fragancia que se mezcla a nuestro roce
abres un mundo entre la húmeda promesa,
y todo tiembla,
todo se hunde
todo es deseo.
Un océano mi vientre,
compases eléctricos se generan en tu cuerpo,
adentro la tibieza inunda,
aquello que se nos escapa
una fiebre tersa,
un calor intenso.
Insisto apasionadamente sobre el contorno de tus orillas,
ahogo mis palabras en tu insistencia,
tiemblo
mientras los líquidos sabores se fermentan,
me yergo veloz y húmeda hacía ti
cabalgo sobre tus párpados audaces.
Mi lengua intrincada y felina
se pasea te sumerge
un aliento perverso y cómplice
oscilando aquel deseo,
concediendo un grito desde las entrañas,
lamiendo este líquido amor de recóndita intimidad.